José Ureña
 

El desayuno se enfría y Alejandro Armenta apenas entra en materia:

-Tenemos un Gobierno militarizado.

-O un ejército civilizado -interviene Abelardo Martín, coordinador de Comunicación Social del Senado de la República, en referencia al mando legal y civil.

-Pues sí -conviene el flamante presidente de ese órgano legislativo antes de explicar los términos constitucionales y operativos de las Fuerzas Armadas.

La plática salpicada de anécdotas personales fluye en víspera de aprobarse, como se da por hecho, la incorporación de la Guardia a la Defensa Nacional.

-Como presidente del Senado no puedo afirmarlo, pero como senador puedo adelantarles que mañana (jueves) se aprobará la minuta remitida por la Cámara de Diputados.

La explicación de Armenta incluye un silogismo:

“La Marina y el Ejército no tienen patrimonio propio ni personalidad jurídica. Son dependencias del Poder Ejecutivo sin órgano de gobierno”.

Y bajo esa premisa, subraya, “si se trata de decir que el país va hacia la militarización, entonces el Gobierno ya está militarizado”.

DEL EJIDO AL SENADO

En su momento, Alejandro Armenta reivindica su elección.

-Yo reconozco la declinación de Higinio Martínez, Gabriel García y José Narro, y les puedo decir -porque vi las boletas- que hubo legalidad y legitimidad.

Ahora bien, “no soy inocente y sé quién me la hizo, cómo me la hizo y dónde me la hizo, pero eso queda en el recuerdo, en el baúl”, y simula tirar basura.

Luego habla de su experiencia política y promete habilidad para conducir un Senado de la República supuestamente erosionado con el proceso de su elección.

Desde chico recibí un consejo de un anciano cuando iba a presidir una reunión ejidal: “No te enfrentes a la asamblea, súbete a la ola de la asamblea”.

Para su primer cargo, recordó, se enfrentó a un cacicazgo representado por cuatro políticos, luego creadores del PAN .

-Tomé protesta en la plaza principal y hasta ahí llegaron ellos con su protesta con jitomatazos, pedradas y hasta balazos.

SIN CAMBIAR COMAS

El desayuno se apresura por el arribo del secretario de Gobernación, Adán Augusto López.

Alejandro Armenta entra al salón del pleno morenista y se instala en el presídium mientras el funcionario federal, acompañado por Ricardo Monreal, con quien no hubo pipa pero sí paz, saluda a senadores e invitados.

Es el último impulso del Gobierno -innecesario ya, comentamos Jaime Bonilla y yo- para el último filtro del propósito lopezobradorista de entregar a la Sedena mando, administración y conducción de la GN.

Necesaria, asienta Adán Augusto, porque “hemos ido perdiendo la batalla contra la inseguridad… Tenemos que confiar en el Ejército” porque es distinto al de Tlatelolco.

El tabasqueño es insistente en pedir el apoyo de sus correligionarios con un Gobierno “aunque pueda parecer autoritario e impositivo, y se los digo con franqueza, que encabeza Andrés Manuel”.

-Que nos invite a comer un tamal de chipilín-lanza Armenta para complacencia del auditorio.

-Ahorita hay veda de chipilín- se excusa Adán Augusto con la promesa de llevar la inquietud a Palacio Nacional y concertar la cita para después de las fiestas patrias.

Todo está a punto, con y sin estos discursos, y sólo falta la aprobación en comisiones para pasar las reformas legales como las pide el Presidente: sin cambiar ni una coma.

LEG

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