La historia británica y mundial cerró un capítulo con el entierro de la reina Isabel II en Windsor. Ícono de una era y fallecida tras 70 años de reinado, descansa en paz tras 11 días de homenajes.
Al término de una misa íntima en la Capilla San Jorge, una iglesia gótica del siglo XV situada en los terrenos del Castillo de Windsor, el féretro de la monarca fue descendido a la cripta donde reposan una larga lista de reyes británicos.
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Después, en una ceremonia privada en presencia únicamente de sus familiares más cercanos, fue enterrada en el “Memorial Jorge VI”, una pequeña capilla anexa donde descansan sus padres y las cenizas de su hermana Margarita, informó la casa real británica.
Los restos de su esposo, el príncipe Felipe, fueron inhumados junto a ella, trasladándolos también desde la cripta, donde fueron sepultados tras su muerte en abril de 2021.
Unos 800 invitados, incluidos empleados de la difunta reina, asistieron al último oficio público en que el lord chambelán, funcionario de mayor rango de la casa real, rompió su “vara de mando” y la colocó sobre el ataúd, marcando el fin del reinado de Isabel II.
La corona imperial, el orbe y el cetro, emblemas de la monarquía que cubrían el ataúd, fueron retirados y colocados sobre el altar.
Desde Joe Biden, presidente de Estados Unidos, hasta el presidente brasileño Jair Bolsonaro, así como los reyes de España –Felipe y Letizia, junto a los eméritos Juan Carlos y Sofía— hasta el emperador Naruhito de Japón.
En representación del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, acudió el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.
La procesión
Tras el oficio religioso en Londres, Carlos III y sus hermanos Ana (72 años), Andrés (62) y Eduardo (58), seguidos por sus hijos Guillermo (40) y Enrique (38), acompañaron a pie el féretro en una procesión de casi 2 km por el centro de la capital.
El ataúd fue cargado sobre un carro de la Royal Navy que, al son de las marchas fúnebres de Beethoven, Mendelssohn y Chopin, fue tirado por decenas de marinos hasta al Arco de Wellington, en Hyde Park Corner.
Bisnietos de la monarca, el príncipe Jorge, de 9 años, segundo en la línea sucesoria, y su hermana Carlota, de 7 años, siguieron al cortejo en el primero de varios automóviles oficiales, junto a su madre Catalina y la nueva reina consorte, Camila.
Muchos esperaron desde primera hora de la mañana en el Mall, la célebre avenida que conduce al palacio de Buckingham, con banderas británicas, para ver pasar la solemne procesión tras el funeral.
Otros lanzaron flores cuando el coche fúnebre en que viajó los 40 km desde Hyde Park recorría el Largo Paseo que lleva al Castillo de Windsor, en una de cuyas puertas fue recibido por los queridos perros corgis de la desaparecida Isabel II.
“Siempre estuvo ahí, bueno durante 70 años de mi vida, no conocí nada más”, dijo a la AFP Doreen Dyer, una telefonista jubilada de 76 años visiblemente emocionada. “No puedo imaginar una vida sin ella”.
NUMERALIA
Curiosidades de la corona
96 minutos
Fue el tiempo que sonó la campana tenor, por cada año de vida de la reina
15 minutos
Era el tiempo que el gaitero personal tocaba para despertar a la majestad
2 minutos
de silencio, el himno y la canción “Duerme querida reina”
Sin unanimidad, opinión de la monarquía
En el pub Queen Elizabeth de Londres, la división de opiniones sobre la monarquía, Isabel II, o sus funerales, muestra que no hay unanimidad en la sociedad britanica.
Para Tony, cabellos blancos, risa fuerte y cavernosa de fumador, fue un día común y sin nada de particular. Va al pub “todos los días” y lo que se ve en la pantalla no le emociona demasiado: “tienen un estilo de vida totalmente diferente al mío”, se justifica.
Vuelan las reflexiones cáusticas sobre la reina consorte Camila o el príncipe Andrés, que se libró de las acusaciones de agresión sexual a una menor pagando millones de dólares.
De vez en cuando, algunos echan una mirada silenciosa al televisor, entre idas y venidas para salir a fumar.
“Amo a la reina”, dice Hassan Halil, de 69 años, para quien este lunes es “triste, muy, muy triste”.
La reina era “como una madre en todo el mundo”.
A su vecino Roy Wayre, de 71 años, no le importa el funeral de la reina.
“No soy monárquico”, dice, liando un cigarrillo, “no hizo nada por mí”.
Con información de agencias
LEG