Cuando la nueva presidenta italiana, Giorgia Meloni, alzó los brazos en señal de la victoria supo que muchas cosas podrían cambiar en Europa.

Con su llegada al poder, esta hermosa y joven mujer que representa a la extrema derecha italiana ha hecho temblar a más de uno en Bruselas. La Comisión Europea vio con preocupación la victoria por varios motivos. Por una parte el populismo que recorre el mundo a pasos agigantados. La opinión pública mundial está cansada de ver cómo la clase política del mundo no resuelve los problemas y los disfraza con discursos largos y elocuentes pero que realmente no dicen nada.

Esta victoria de Meloni pone la mirada en España y en Francia. El próximo año hay elecciones en el país ibérico. Hay mucho cansancio con el Gobierno de Pedro Sánchez. La derecha recalcitrante de VOX podría escalar bastantes escaños y, aunque no gobernara, al derechista Partido Popular, con bastantes posibilidades de ser el vencedor en los comicios del año que viene, no le quedaría más remedio que pactar con la derecha ultra.

En Francia ha ocurrido algo parecido. La ultraderecha ganó en la primera vuelta de las recientes elecciones. Se necesitó una segunda para poder aplacarla. Son cada vez más los que buscan en Europa soluciones más extremas.

Algo parecido ocurre en América Latina donde el populismo cabalga por la mayoría de los países. El último en sucumbir fue Colombia con Gustavo Petro al frente.

Pero hay un segundo asunto que preocupa a Bruselas. Muchos no están de acuerdo con la definición de la unión de Europa. Más bien al contrario. Entre otros el partido de extrema derecha VOX en España y el también derechista ultra Frente Nacional en Francia. La única diferencia es que, al ser Meloni nueva presidenta del Gobierno italiano eso lo cambia todo.

Como partidos políticos no hay posibilidad de maniobra para salirse de la Unión Europea para tomar decisiones que no afecten al resto de los socios. Pero como primera ministra sí lo puede hacer. Ya tuvimos una mala experiencia con el Brexit y el Reino Unido. Una segunda edición puede ser muy nociva para toda Europa y más siendo un país como Italia que representa una de las potencias principales del Viejo Continente.

Bruselas no oculta su preocupación. Esta ciudad como capital política de Europa y el resto de los países salvo Polonia y la Hungría de Viktor Orbán que siguen viviendo en el populismo, siguen con atención la nueva situación italiana.

Polonia y Hungría no llegaron a los populismos por casualidad, fue debido al gran hartazgo de la ciudadanía de ambos países. Estaban asqueados de los políticos de toda la vida y buscaron soluciones nuevas.

Hay que esperar a ver cuales son los primeros pasos de Meloni al frente del nuevo Ejecutivo, pero la primera impresión desde luego no es la mejor. Nunca ningún populismo fue bueno en ningún sitio. Tampoco en las democracias mediterráneas.

 

    @pelaez_alberto