Héctor Zagal
(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)
El próximo 7 de octubre es el Día Mundial de los Calvos. Y de las calvas, por supuestos, pues no sólo los varones pueden sufrir la pérdida parcial o total de cabello. Aunque es menos común en mujeres, la alopecia puede presentarse casi en el 50% de las mujeres tiempo después de la menopausia. En más del 75% de los varones, la alopecia puede presentarse desde los 30 años. La pérdida de cabello entre las mujeres suele presentarse, primero, como adelgazamiento del cabello y pérdida en la parte alta de la cabeza. En cambio, en los varones suele iniciar en la frente y va retrocediendo hacia la coronilla. “Antes tenías entradas; ahora, ¡ya ni salidas te quedan!”.
Las razones detrás de la pérdida de cabello son varias: genética, enfermedad, estrés, desbalances hormonales. Independientemente de estas razones, es seguro que, con el paso de los años, la abundancia de cabello se ve frustrada.
El cabello tiene un valor estético y simbólico importante en la cultura. Por eso su pérdida puede llegar a ser tan dolorosa y problemática a un nivel psicológico. Entre los griegos, especialmente antes del siglo VI a.C., una abundante cabellera masculina era signo de riqueza, buena salud, virilidad y fuerza. Las mujeres de abundantes cabellos también eran consideradas damas de alto rango. Las cabezas rapadas, en cambio, eran signo de esclavitud. Si bien algo han cambiado las opiniones sobre las cabezas con poco pelo, es cierto que una cabellera brillante y abundante continúa siendo un signo de poder. Por un lado, la fuerza, grosor y color del pelo, puede revelar el estado de salud de una persona y si su alimentación es la adecuada. Por otro lado, una cabellera particularmente bien cuidada implica una inversión de tiempo y dinero. Asimismo, la manera en la que es peinada una cabellera dice mucho de una persona: tiene tiempo “que perder” en adornarse o no.
Aunque era valorada como signo de poder, ya los antiguos griegos se las ingeniaron para que su abundante cabellera no fuera un obstáculo al momento de ir a la guerra. Aunque el pelo largo en varones guerreros era signo de aristocracia, no es muy práctico llevar largos mechones tan cerca de la cara. En medio de una batalla, el enemigo podría tomarnos de los cabellos y someternos. Se especula que los griegos llevarían el pelo corto alrededor del rostro para evitar esto. Sin embargo, dejaban largo el pelo de la coronilla hacia la nuca. Ellos habrían sido los primeros en hacer que el corte mullet fuera ‘cool’. Si no, también una coleta de caballo haría el truco.
No sólo los seres humanos reconocen que una abundante cabellera es digna de alta estima. Al menos eso es lo que afirma Claudio Eliano (ca. 175–ca. 235), profesor de retórica romano. En su Historia de los animales, Eliano cuenta que los maestros de la cría equina creían que para que naciera una mula, deben humillar a la yegua. ¿Por qué? Las yeguas y caballos pensaba, dicen Eliano, soberbios por naturaleza, pues reconocen la altivez de su porte, su gran musculatura y, sobre todo, su hermosa crin. Tanto así que una yegua jamás consentiría aparearse con un asno. Por ello los criadores recortan la crin de la yegua, pelando aquí y allá, para que, humillada, acceda a ser montada por un asno. ¿Qué les provoca esta historia?
Se estima muchísimo a la cabellera. Otro héroe melenudo, cuya fuerza literalmente dependía del largo de su cabello, era Sansón. ¿Acaso nadie ha defendido la calvicie? Claro que sí. No olvidemos a Sinesio, el Cirenaico (s. V d.C.). Sinesio, entre sus varias obras retóricas y poéticas, tiene un Elogio de la calvicie. En esta obra considera que el ser humano es un ser dotado de razón muy superior a los animales. Signo de esta superioridad es su falta de pelo. De acuerdo con Sinesio, los animales más peludos y lanudos son los más torpes, desordenados e ineptos. Considera que hasta entre los perros hay jerarquías: quienes tengan pelo más corto y escaso serán mejores cazadores. De los humanos, aquellos con menos pelo serían, piensa Sinesio, los mejores y más racionales. ¿Por qué? Porque si no hay pelo que cubra sus orejas, mejor escuchan y más entienden. Sinesio, recordemos, es un retórico. Al final, no se trata tanto de si hay pelo o no. Su crítica va en contra de creer que los adornos del cuerpo son signo de un alma bella.
Aristóteles pensaba que el cabello se encanece y se cae en la vejez debido a que con el paso del tiempo vamos perdiendo nuestro calor vital. Esto explica por qué los jóvenes son más impulsivos y pasionales. Visto así, la pérdida de cabello no es sino un signo de pérdida de juventud, símbolo de una purga de pasiones y errores juveniles. La vejez y la calvicie pueden simbolizar un alma depurada y sabia.
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@hzagal