En las últimas semanas, el papa Francisco se ha visto inmerso en el centro de la opinión pública derivado de sus posicionamientos sobre los temas centrales de la agenda global. Hace unos días, rompió el silencio y expresó su preocupación por la situación en Nicaragua; habló de la crisis política que vive el país centroamericano y del impacto a la Iglesia católica tras el arresto de altos cleros por instrucciones del presidente Daniel Ortega —entre ellos el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez—.
En medio de las fricciones entre el Gobierno nicaragüense y el Vaticano, que se remontan a la represión a manifestantes en 2018, el Pontífice ha convocado al diálogo para encontrar las bases de una convivencia respetuosa y pacífica. Cabe mencionar que, en marzo, el mandatario nicaragüense expulsó de manera unilateral al nuncio Waldemar Sommertag, después de que éste denunciara el autoritarismo de Ortega.
Recientemente, el papa Francisco fijó su postura respecto al conflicto entre Rusia y Ucrania. El domingo 2 de octubre, frente a la Plaza de San Pedro, se dirigió al presidente Vladimir Putin y le solicitó detener la “espiral de violencia y muerte” producto de siete meses de guerra. Por otro lado, exhortó al presidente Volodímir Zelensky a que se mantenga abierto a propuestas de paz serias e hizo un llamado a la comunidad internacional para emplear la vía diplomática como solución a la tragedia bélica.
“Esta herida terrible e inconcebible de la humanidad, en vez de cicatrizarse, sigue sangrando cada vez más, con el riesgo de agrandarse”, profirió. Es preciso mencionar que el Pontífice realizó una visita a Kazajistán a mediados de septiembre. Este suceso motivó una peregrinación, organizada por la Arquidiócesis de la Madre de Dios de Moscú, para expresar la cercanía entre los católicos rusos y Francisco.
Ante un panorama convulso y polarizado, el Papa ha permanecido cercano a la juventud. El pasado 24 de septiembre, firmó un documento junto con un grupo de mil jóvenes reunidos en Asís, en el cual se planteó crear un nuevo modelo de desarrollo económico, al servicio de la persona y con una visión renovada del medio ambiente. En dicho encuentro, reivindicó el papel clave de los jóvenes en esta gran empresa y los instó a convertirse en los arquitectos del mundo —la casa común—.
Estas tensiones han permeado en México, un país con 71.5% de población católica, donde la muerte de los sacerdotes jesuitas, Javier Campos y Joaquín Mora, en Cerocahui, Chihuahua, conmocionó a la sociedad en su conjunto y puso de relieve una estrategia de seguridad fallida. En este sentido, como lo ha documentado la revista Proceso, la Iglesia optó por alzar la voz y emprendió un proceso de pacificación que comenzó con una jornada de oración y, ahora, consistirá en la realización de “conversatorios por la paz”, es decir, espacios de reflexión en las comunidades. La ciudadanía exige paz, no guerra. No hay que olvidar que el Vaticano es siempre un actor relevante en la política internacional.
¿O será otra de las cosas que no hacemos?
Consultor y profesor universitario
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