El 20 de octubre de 2000 "llovió fuego" en la discoteca Lobohombo de la Ciudad de México.
Fotos: Cuartoscuro. El 20 de octubre de 2000 "llovió fuego" en la discoteca Lobohombo de la Ciudad de México.  

“Las llamas que alcanzaron la decoración -hecha de material altamente infamable- se propagaron de manera instantánea. El unicel empezó a derretirse. Llovió entonces fuego“.

Así describieron el 20 de abril de 2001, Ricardo H. Andonaegui, Silvia Otero y Óscar Herrera para El Universal el incendio en el antro Lobohombo ubicado en el número 50 de la colonia San Rafael en la avenida Insurgentes Centro de la Ciudad de México.

Seis meses antes, el 20 de octubre de 2000, alrededor de las 5 de la mañana un cortocircuito provocado por sobrecalentamiento de la instalación eléctrica del sitio desató el incendio en el segundo piso, la “zona VIP” de la entonces discoteca más famosa de la capital de México.

En el lugar -que debió cerrar al menos tres horas antes se realizaba una fiesta privada amenizada por el grupo tropical Oro Líquido– las lenguas de fuego se extendieron en cuestión de minutos, alimentadas por la decoración plástica tipo “selva”.

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Las llamas consumieron el unicel que decoraba una de las discotecas más modernas de América Latina: el humo negro, las televisiones estallando, cascadas de unicel derretido y un calor insoportable envolvieron a cientos de asistentes, en su mayoría jóvenes y personal de servicio.

Roberto, uno de los sobrevivientes de la tragedia -citado por los reporteros de El Universal- relató su experiencia:

“Los trozos de la cortina, el unicel que escurría y se te pegaba al cuerpo y que, ya para entonces, andaba por todos los rincones de la disco”.

El joven contó que tras arrastrarse por vidrios rotos y material quemado llegó a un espacio junto al muro de cristales polarizados que daban a Insurgentes, y pese a que el humo negro era densísimo, los gritos de auxilio y dolor del resto de los asitentes lo mantuvieron alerta.

Gritos y ayes de dolor que poco a poco se fueron apagando conforme corrían los segundos. Gritos que guiaron a los primeros bomberos que se dieron cita al lugar, que tuvieron que romper paredes para sacar sobrevivientes porque las salidas de emergencia estaban encadenadas o bloqueadas.

Roberto en su relato a El Universal no recuerda con exactitud todo lo que vivió pero tiene presente que, una vez que estuvo en una camilla de la ambulancia que lo trasladaba al hospital de Magdalena de las Salinas, con otros heridos:

“Yo veía a los demás negritos, negritos, como morados pues, y pensé que yo estaba igual… que estábamos hinchados de lo caliente que estaba todo ahí”.

En la tragedia del Lobohombo se conjugaron varios factores: la corrupción con la que operaba el lugar, las pocas medidas de protección civil y el lucro porque los propietarios dieron la indicación de poner cadenas a las entradas con la intención de que nadie se fuera sin pagar.

Lobohombo era propiedad del Grupo Titanium encabezado por Alejandro Iglesias Rebollo que además del mencionado antro, era al menos dueño de 80 propiedades más, las cuales operaban con algún nivel de irregularidades, a saber de las autoridades de ese momento.

Y, pese a que la entonces Procuraduría de la Ciudad de México lo acusó y buscó por homicidio y lesiones dolosas, Iglesias Rebollo obtuvo en 2002 un amparo definitivo contra la orden de aprehensión por lo que no se le fincaron responsabilidades.

En 2004 el delito fue reclasificado de homicidio doloso a culposo por lo que mantuvo su libertad. Dos años después el empresario solicitó la preescripción de la acción en su contra pero un año antes demandó compensación -que obtuvo- por parte del Gobierno del Distrito Federal luego de que este lo expropiara y lo declarara de utilidad pública.

E, incendio del Lobohombo destapó una red de corrupción de empresarios con jueces y autoridades para permitir la ploriferación de estos sitios en varios puntos de la capital de México.

Hasta 2008, cuando su hija lo denunció por violencia intrafamiliar el socio de Grupo Titanium fue procesado e ingresó al Reclusorio Oriente pero salió bajo fianza al poco tiempo. Hasta el momento ha librado todos los proceso en su contra.

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Los primeros en responder

Tras la tragedia, el predio de tres mil metros cuadrados que ocupaba el Lobohombo se convirtió en la estación de bomberos Ave Fénix, cuyos elementos son los primeros en responder en accidentes y desastres en la Ciudad de México.

LV