La izquierda regresa a Brasil de la mano de Luiz Inácio Lula da Silva, quien gobernará la nación por tercera vez tras vencer al ultraderechista Jair Bolsonaro en el balotaje por un estrechísimo margen, reflejo de una inmensa división en el gigante sudamericano.
El ícono de la izquierda latinoamericana, de 77 años, se impuso por 50.9% de los votos frente a 49.1% para el excapitán del ejército, de 67 años, con casi el 100% escrutado.
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En su primera reacción en Sao Paulo, Lula llamó a la unidad de los brasileños, porque “a nadie le interesa un país dividido y en permanente estado de guerra”.
También se dirigió a la comunidad internacional: “Brasil está de vuelta” y dejará de ser un “paria”. Además, aseguró que combatirá la deforestación porque el planeta necesita una “Amazonía viva“.
“A partir de enero de 2023 voy a gobernar para 213 millones de brasileños, porque no existen dos Brasiles, somos un único país, un único pueblo, una gran nación”, señaló el líder del Partido de los Trabajadores.
La diferencia en votos entre ambos candidatos es de dos millones a favor de Lula, para un total de 156 millones de electores.
“Fue la victoria más apretada para un segundo turno” en unas elecciones brasileñas, afirmó el politólogo Leandro Consentino, del instituto de investigación Insper de Sao Paulo.
“Brasil va a tener un cambio importante de gobierno, con la mitad de la población descontenta con eso”, resumió.
El estallido de júbilo en la emblemática avenida Paulista de Sao Paulo, donde se reunieron miles de votantes de Lula, fue inmediato.
Lula vuelve a tomar las riendas de este país de tamaño continental tras haber sido condenado y encarcelado por un caso de corrupción, que muchos dieron por sentado marcaba el fin de su vida política.
“Es el día más importante de mi vida”, aseguró a periodistas después de votar en una escuela de Sao Bernardo do Campo, en la región metropolitana de Sao Paulo donde se forjó como líder sindical en los años 1970.
Dos veces presidente entre 2003 y 2010, Lula dejó el poder con una popularidad de casi 90% tras una gestión en la que 30 millones de los más de 200 millones de brasileños salieron de la pobreza.
Y se granjeó un enorme prestigio internacional como piloto del “milagro” económico brasileño, empujado por los altos precios de las materias primas.
En este tercer período no contará con la misma bonanza: si bien la economía da señales de mejoría, con crecimiento, menos inflación y más empleo, está lejos de la prosperidad de los años 2000.
La campaña acentuó la polarización en el país, dividido entre un movimiento conservador y aquellos con una visión progresista, acorde con la diversidad social de Brasil.
Tampoco lo tendrá fácil en el Congreso, donde los conservadores son mayoría.
Alckmin, su aliado
A primera vista, la elección de Geraldo Alckmin, de 69 años, como compañero de fórmula del expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) podría parecer incongruente.
En 2006, ambos se enfrentaron en la segunda vuelta de los comicios presidenciales y Lula fue reelegido con el 60% de los votos.
Alckmin era entonces miembro del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), un histórico movimiento de centroderecha que cofundó en 1988 y que gobernó Brasil de 1995 a 2002, con Fernando Henrique Cardoso como presidente.
A quienes consideran antinatural su alianza con Lula, este exgobernador de Sao Paulo les responde que ha llegado el momento de unirse en defensa de la democracia, amenazada, según él, por el ultraderechista Jair Bolsonaro.
“Algunos pueden encontrar esto extraño. Disputé la segunda vuelta contra Lula en 2006, pero el debate fue a otro nivel, nunca pusimos en peligro la democracia”, declaró a finales de marzo, cuando se afilió al Partido Socialista Brasileño (PSB, de centroizquierda), que sentó las bases de su alianza con el exmandatario.
“Es importante abrir los ojos y tener la humildad de entender que hoy (Lula) es quien mejor refleja las esperanzas del pueblo brasileño”, añadió este médico de formación, nacido en Pindamonhangaba, en el estado de Sao Paulo.
Tecnócrata austero, Alckmin adquirió una reputación de gestor sólido a lo largo de sus cuatro mandatos como gobernador de Sao Paulo (2001-2006 y 2011-2018), el estado más poblado de Brasil, lo que ha tranquilizado a los empresarios.
Lejos de ser un tribuno, este hombre calvo y de anteojos finos recibió un apodo poco halagador: “Picolé de Chuchu” (“Helado de cayote”, en español), en referencia a una hortaliza tropical emparentada con el calabacín y de sabor insípido.
Pero durante la campaña se apropió de este apodo con humor: “El calamar (Lula, en portugués) y el cayote van muy bien juntos”, dijo, inspirando recetas culinarias publicadas en redes sociales.
Con información de agencias
LEG