La campaña acentuó la polarización en Brasil, dividido entre un movimiento conservador y aquellos con una visión progresista, acorde con la diversidad social del país, que será gobernado por Lula da Silva.
El nuevo presidente asumirá las riendas de Brasil el 1 de enero, pero entre la polarización, que ya se dejó ver entre la negativa de su rival Jair Bolsonaro a reconocer su derrota y las manifestaciones contra el presidente electo.
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La unidad a la que llamó en su primer discurso, será su primer reto, ya que desde ayer numerosas carreteras permanecían bloqueadas este lunes en Brasil por camioneros y otros manifestantes que se negaban a reconocer la ajustada derrota del presidente Jair Bolsonaro frente a Lula da Silva, mientras que la policía reforzó la seguridad en la zona de edificios gubernamentales en Brasilia de forma “preventiva”.
La policía restringió el acceso de vehículos a la Plaza de los Tres Poderes, donde se ubican los edificios de la Presidencia, el Congreso y la Corte Suprema, como medida “preventiva” tras “identificar un posible acto convocado allí por redes sociales”, informó la Secretaría de Seguridad del Distrito Federal.
Al menos 16 estados han registrado bloqueos desde la madrugada del lunes en diferentes rutas, según el último balance de la Policía Federal de Carreteras (PRF).
Tres veces electo
Es el único presidente electo tres veces -ya gobernó entre 2003 y 2010-, cuenta principalmente con el apoyo de los más pobres, de los jóvenes, las mujeres y las minorías.
Aunque esta vez también hizo alianzas con sectores más centristas, unidos con el objetivo común de derrotar a Bolsonaro.
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Prometió además “arreglar el país” impactado todavía por la crisis de la pandemia y sus 688.000 muertos, aunque ha hablado poco de su programa de gobierno.
En su campaña destacó sus logros socioeconómicos, como la salida de la pobreza de más de 30 millones de brasileños gracias a iniciativas sociales financiadas con el ‘boom’ de las materias primas.
En este tercer período no contará con la misma bonanza: si bien la economía da señales de mejoría, con crecimiento, menos inflación y más empleo, está lejos de la prosperidad de los años 2000.
Tampoco lo tendrá fácil en el Congreso, donde los conservadores son mayoría.
Lula volvió al ruedo político el año pasado, después de que sus condenas por corrupción fueran anuladas por motivos procesales. Estuvo preso 19 meses salpicado especialmente por el escándalo “Lava Jato” sobre una red de sobornos en la estatal Petrobras.
Bolsonaro, un excapitán del ejército, buscó la reelección defendiendo los valores tradicionales, al tiempo que siguió insuflando un discurso nacionalista.
Un mensaje especialmente apreciado por el agronegocio y la población evangélica, que representa un tercio del electorado y sigue ampliándose en todo el país.
Con información de agencias
LEG