Durante las festividades del Día de Muertos un grupo de visitantes mexicanos y extranjeros sale de una humilde casa, en plena región lacustre de Michoacán, con una certeza: Mamá Coco, la protagonista de la célebre película animada de Pixar, vivió aquí.
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“¡Es que se parece mucho! Cuando tú miras la nariz del dibujo y la de ella, la forma de la cara y el pelo, o la silla de ruedas, es que es demasiada coincidencia”, exclama Paula Colmenero, española de 52 años que vino acompañada de su esposo y sus dos hijas.
La dulce anciana que dio nombre a Coco, ganadora del Oscar a mejor cinta de animación de 2017, fue un personaje ficticio creado con la sofisticada tecnología del afamado estudio estadounidense.
Pero esa sonrisa bonachona, los ojos entornados y las largas trenzas de cabello blanco son los mismos rasgos que caracterizaron a María Salud Ramírez, matriarca de una familia de artesanos que falleció el pasado 16 de octubre, a los 109 años.
Risueña, Mamá Salud, como la conocían en Santa Fe de la Laguna, fue una mujer “independiente y platicadora” que acudía siempre que podía a la plaza del pueblo, perteneciente a la etnia indígena purépecha.
Pixar ha rechazado siempre esta versión, alegando que el personaje de Mamá Coco no se basó en ningún individuo y surgió “únicamente” de la imaginación de sus creadores.
Aunque la nieta ya no quiere “meterse en esa polémica”, desde el estreno del filme el arte y la vida mantienen un inagotable juego de espejos que ha transformado la rutina de la familia Ramírez.
La casa funge también como tienda de parafernalia alusiva al personaje, desde camisetas, tasas, alcancías, llaveros e imanes, entre otros recuerdos, de manufactura sencilla vendida a precios de entre 1.5 y 20 dólares.
La española Colmenero celebra que la familia saque algún provecho de la fama de la matriarca, pues asegura que “está clarísimo que la han copiado”.
Para Patricia, mantener abiertas las puertas de la casa después de la muerte de Mamá Coco es la mejor forma de hacer su voluntad. “Ella siempre quiso recibir a la gente, siempre estaba contenta. Por eso decidimos reabrir las puertas para que la gente la siga visitando porque es lo que ella siempre iba a querer”, comenta la nieta.
Taehyun Kim, un turista surcoreano de 36 años, ratifica que la decisión de la familia es la correcta. “Quería venir a México, tenía que venir, así que dejé mi trabajo y mi esposa también para venir a ver a Mamá Coco”.
LEG