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Foto: Especial / La egiptología, nacida en la época colonial, creó "desigualdades estructurales" que aún "resuenan hoy", subraya la británica Christina Riggs  

A un siglo del descubrimiento de la tumba de Tutankamón, los egipcios reclaman su parte de protagonismo en la historia de alumbramiento de estos hitos históricos, pues los británicos se han adjudicado todos ellos.

La egiptología, nacida en la época colonial, creó “desigualdades estructurales” que aún “resuenan hoy”, subraya la británica Christina Riggs, egiptóloga de la universidad de Durham.

Para los egipcios es una forma de reapropiarse de su historia, al mismo nivel que la preservación del patrimonio de su país o la restitución de tesoros considerados “robados” por los occidentales.

Los egipcios que excavaron “hicieron todo el trabajo” pero “fueron olvidados”, lamenta Abdel Hamid Daramali, jefe de excavación en Qurna donde dice que nació sobre la tumba de un escriba.

“Es como si nadie hubiera tratado de entender el antiguo Egipto antes” de Champollion en 1822, agrega la investigadora Heba Abdel Gawad, especialista en herencia egipcia.

“Los egipcios permanecieron en la sombra, anónimos y transparentes en el relato de su historia”, resume la experta.

Sin embargo, un nombre sí destacó: el de los Abdel Rasul.

Principalmente Husein quien pasa por ser quien descubrió involuntariamente, de pequeño, la famosa tumba el 4 de noviembre de 1922 en la orilla occidental del Nilo, en la necrópolis de Tebas, hoy Luxor en Qurna.

Las versiones varían entre que tropezó con ella, que fue su burro o que se le cayó una jarra de agua que dejó al descubierto una piedra.

La mitología local también dice que sus antepasados Ahmed y Mohamed descubrieron en 1871 las 50 momias de Deir el-Bahari, incluida la de Ramsés II.

¿Tiene “realmente sentido” creer que un niño con una jarra de agua podría hacer tal descubrimiento?, pregunta el sobrino nieto de Husein, Sayed Abdel Rasul. De todos modos, “si alguien guardó archivos, no fuimos nosotros”.

Christina Riggs señala que en las escasas ocasiones en las que los descubrimientos se atribuyen a egipcios, siempre se trata de “niños”, o de “ladrones de tumbas”, cuando no sus “animales”.

“La arqueología es sobre todo geografía”, dice la investigadora Heba Abdel Gawad. Y en ese ámbito, los agricultores locales tienen ventaja: “conocen el terreno y su relieve”, y pueden decir, “en función de las capas, sedimentarias si hay objetos enterrados”.

Es así como, de generación en generación, el trabajo de excavación se transmitió en Qurna, donde habitan los Abdel Rasul, y en Qift, al norte de Luxor, donde en los años 1880 los habitantes fueron formados en arqueología por el británico William Flinders Petrie.

El bisabuelo de Mostafa Abdo Sadek fue uno de ellos. A principios del siglo XX se instaló unos 600 kilómetros al norte de Qift para excavar la necrópolis de Saqqara, cerca de las pirámides de Giza.

Él, sus hijos y sus nietos han ayudado durante un siglo a desentrañar los misterios de decenas de tumbas, cuenta el arqueólogo de renombre instalado en Saqqara.

Pese a ello, “han sido discriminados”, prosigue Mostafa Abdo Sadek, blandiendo fotos de sus antepasados cuyos nombres siguen sin figurar en los libros de historia.

LEG