Estamos ya muy cerca de tener el contagio colectivo del futbol y que nuestras pláticas, la atención mediática, nuestras emociones se concentren en el balón y no tengamos más tiempo para entender la trascendencia del retroceso electoral que pretende este régimen.

Una vez que este país se ponga en ambiente mundialista será difícil que se pueda hablar de otra cosa, al menos durante los tres o cuatro partidos que la selección mexicana dispute en Qatar a partir del inicio del torneo el 20 de noviembre.

Y por esas casualidades de la política, se van a empalmar los tiempos de legislar los cambios electorales que quiere el presidente Andrés Manuel López Obrador con las emociones a nivel de la cancha de futbol.

Hay una prisa evidente del régimen por pasar por el Congreso ese paquete de modificaciones constitucionales y a leyes secundarias que a todas luces benefician al partido político del Presidente para tener el control de la organización y calificación de las elecciones.

Y, sobre todo, para garantizar una mayoría calificada a partir de la siguiente legislatura que les permita, incluso, redactar una nueva Constitución.

Morena y sus aliados, el Partido Verde Ecologista de México, Partido del Trabajo y Nueva Alianza, no necesitan distractores. Cada mañana se encarga de eso el Presidente.

No, la distracción es básica para esos otros legisladores de los partidos opositores que quieren doblar y que buscan que traicionen su manifiesta defensa al Instituto Nacional Electoral, al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y la representación de las fuerzas opositoras en el Congreso.

Detrás de la euforia de un juego de México contra Polonia el martes 22 de noviembre, contra Argentina el sábado 26 de noviembre o contra Arabia Saudita el miércoles 30 de noviembre puede quedar ignorada la noticia de un puñado de opositores que respalden los cambios del Presidente en materia electoral.

Debe quedar claro, antes de que empiece a rodar el balón, que hay una intención antidemocrática de la propuesta presidencial para cambiar las reglas electorales. No hay las condiciones para buscar mejoras apresuradas a las reglas y mecanismos electorales que hoy están vigentes.

Había algunos argumentos válidos a mantener al ejército en las calles hasta 2028, sobre todo por las omisiones de este régimen en preparar a las policías civiles para hacer su trabajo. Ese fue el argumento que usaron los priistas para romper la alianza opositora. En el fondo sabemos qué tipo de expedientes movieron esa votación.

Pero no habría explicación válida por parte de ningún opositor para respaldar los planes electorales de López Obrador. Vamos, ni los partidos satélites del régimen deberían cometer ese suicidio electoral.

No es exagerado decir que el retroceso que podría implicar para el país abrir de par en par a la 4T el control total de la vida electoral de este país nos costaría en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

Y es sinceramente muy delgada la línea legislativa que divide al régimen de poder acabar con décadas de avance democrático como para no interesarnos en el tema, en conocer los alcances de lo que se propone y sus consecuencias.

 

      @campossuarez