Andrés Manuel López Obrador quiere con todas sus ganas que la marcha de respaldo a la democracia y al Instituto Nacional Electoral convocada para este domingo a las 10:30 de la mañana en el Ángel de la Independencia de la Ciudad de México sea un fracaso.

Tiene todo el deseo de iniciar su conferencia del lunes con una risa burlona y su habitual descalificación de “ternuritas”.

Los alcances de la violencia verbal que hemos visto en las conferencias matutinas en Palacio Nacional no son dignos de un Presidente de México. Vamos, nunca lo han sido, pero ahora ha redoblado la apuesta de la polarización para conseguir sus objetivos electorales.

López Obrador, con toda esa influencia que tiene sobre sus seguidores marca un camino que puede llevar a episodios de violencia, justificados en las palabras de odio que se vierten cada mañana desde la máxima tribuna de comunicación que tiene este país que es la conferencia presidencial.

Pocos repararon en ello, pero cuando se discutía en comisiones el dictamen del Presupuesto de Egresos de la Federación un diputado de Morena, da igual su nombre, tomó el micrófono y con un verdadero odio llamó una y otra vez malditos a los diputados de oposición por no aprobar lo que quería el Presidente. Su violencia llamaba la atención por ser una muestra del momento de polarización que vive el país.

Lleva toda la semana López Obrador descalificando a los que se atreven a defender sus derechos democráticos y la integridad del Instituto Nacional Electoral.

La ausencia de argumentos para defender su intentona de destruir las instituciones electorales y la representatividad opositora en el congreso la sustituye con insultos y amenazas veladas para quien quiera ir a la manifestación social del domingo.

Al final, lo que hace es darle más visibilidad a una expresión pública que tiene razón de ser en los alcances antidemocráticos de su reforma electoral. Pero más allá de que logre que más personas salgan a la calle la mañana del domingo, ahora que todavía son defendibles las instituciones electorales del país, lo que queda claro es que López Obrador ya lanzó su resto con miras a conservar el poder.

Es indispensable que se entiendan rápidamente los alcances del pretendido control electoral y de retroceso democrático que implica la reforma del Presidente. El efecto expansivo de que controlen todo el poder ya es comparable con experiencias como la venezolana.

Al mismo tiempo, el presupuesto del próximo año se desvía de forma obscena hacia las obras faraónicas del Presidente, básicamente en 2023 hacia el Tren Maya, y se concentra en el gasto asistencial de sus programas sociales sin control, a costa de gastos básicos en salud y educación.

Y al mismo tiempo, abren la puerta para usar reservas financieras que se mantenían protegidas de las tentaciones populistas.

Si el presidente López Obrador ha decidido subir el tono de la violencia verbal hacia los que no piensan como él, hacia los que el domingo van a salir a las calles a manifestarse por la defensa de sus derechos electorales, es porque estamos en momentos decisivos para la viabilidad futura del país. Hay que identificarlos rápidamente.

   @campossuarez