Foto: Captura de pantalla | Marianne Bachmeier, la madre que mató en un tribunal al asesino de su hija.  

La historia de Marianne Bachmeier causó revuelo en los años 80 de una Alemania dividida en dos tras la Segunda Guerra Mundial, al grado de que semana tras semana su nombre aparecía en las primeras planas de la mayoría de los periódicos de la época.

La mujer -considerada muy atractiva en sus treinta cuando los reflectores la tenían al centro- deseaba descansar eternamente en Palermo, Italia, uno de los países a los que emigró tras el escándalo en el que se vio envuelta pero, al final, yace en la misma tumba de su hija en Lübeck. ¿Por qué se le consideró la “madre justiciera”?

Te podría interesar: ¿Cuánto costó el Mundial de Qatar 2022?

“Espero que esté muerto”

Corría el 6 de marzo de 1981, tercer día del juicio contra Klaus Grabowski por el asesinato de Anna, una niña de siete años que había sido estrangulada con pantimedias un año atrás.

A minutos de iniciada la sesión en un tribunal de Lübeck, Alemania arribó su madre, Marianne Bachmeier y con gesto adusto sacó la mano de su gabardina y disparó ocho tiros a la espalda del presunto agresor de su hija.

Ese día Grabowski -un carnicero previamente sentenciado por violencia sexual infantil y acusado de asesinar a Anna- murió en la sala del tribunal. Recibió al menos seis tiros entre espalda y cabeza.

Tras los hechos la mujer dijo a un juez que había disparado  “porque él mató a mi hija (…) Quería dispararle en la cara, pero le disparé en la espalda”, según declaraciones recogidas por AP en la época.

Años atrás el hombre se había sometido a una castración voluntaria, pero más tarde y con autorización judicial recibió un tratamiento hormonal que le devolvió el impulso sexual.

Lo anterior -según afirmaron los abogados de Marianne Bachmeier citados en la nota de AP- lo habría llevado a agredir a la menor, a quien mantuvo cautiva durante horas en su departamento.

Ese 5 de mayo de 1980 Anna -quien era descrita como una niña feliz y de mente abierta- faltó a la escuela por una pelea con su madre; más tarde -y con ayuda de la pareja de Grabowski- fue hallada en una caja a la orilla de un canal.

El hombre aceptó haberla asesinado, debido a que -según medios de comunicación- la niña amenazó con decirle a su madre que había abusado sexualmente de ella si no le daba dinero. 

¿Víctima o victimaria?

El juicio contra Marianne Bachmeier -propietaria de un bar- comenzó en 1982 rodeado de los reflectores de la prensa alemana occidental.

La sociedad estaba dividida entre aquellos que consideraban a la mujer una heroína y los que la criticaban por haber hecho justicia por mano propia. Y aunque en un principio Bachmeier gozó del apoyo de la opinión pública, pronto fue atacada por dar en adopción a dos hijas anteriores.

En ese ambiente fue que el tribunal tuvo que decidir si Bachmeier había disparado de manera premeditada o lo había hecho involuntariamente, y si el arma que llevaba era porque realmente se sentía amenazada.

La decisión final -orientada por el argumento de la defensa- fue homicidio involuntario y posesión ilegal de un arma, lo que la llevaría a una sentencia de seis años, de los que sólo cumplió dos debido a que se temía que atentara contra su vida, informó el diario español El País en una nota de 1986.

Tras salir de prisión, Marianne se casó y vivió en Nigeria hasta su divorcio en 1990; luego se trasladó a Sicilia donde trabajó como auxiliar de eutanasia en un hospital de Palermo, Italia. 

A sus 46 años Marianne Bachmeier había dejado de acaparar los titulares de la prensa, por lo que en 1996 tras ser diagnosticada con cáncer de páncreas pidió a un reportero de NDR que documentara sus últimos días de vida.

¿Infancia es destino?

Bachmeier provenía de una familia religiosa, que llegó a Alemania Occidental al final de la Segunda Guerra Mundial. Su padre había sido condecorado por su servicio en la unidad de combate Waffen SS y gustaba del alcohol, mientras que su madre no mostraba afecto hacia la menor.

Te podría interesar: Se publica en el DOF ampliación de la presencia de las Fuerzas Armadas en las calles hasta 2028

En un momento del juicio en su contra -y con la opinión pública en su contra- dijo sobre su padre: 

“No me acuerdo de que jamás me diera un beso o me abrazara”.

 

 

 

RM