Hace un par de semanas, el nuevo propietario de Twitter, Elon Musk, envió un correo electrónico a sus empleados instándolos a abandonar el trabajo a distancia. En dicho mensaje, apuntó que deberán presentarse, al menos 40 horas a la semana en la oficina, salvo en determinados casos.
Tras el despido masivo de alrededor de 3 mil 700 trabajadores, esta medida constituye el último cambio de política en la empresa. Durante la pandemia, Twitter motivó a sus empleados a laborar vía remota. Sin embargo, Musk ha mostrado resistencia a este tipo de prácticas —inclusive en otros de sus negocios—.
Por ejemplo, las fábricas de Tesla en Estados Unidos han funcionado bajo un esquema de 12 horas y seis días a la semana. Cabe señalar que, en mayo de 2020, Musk reabrió una planta en Fremont, California, desafiando las indicaciones del Gobierno de permanecer en casa y, además, poniendo en riesgo la salud de los trabajadores.
Es oportuno recordar que el 25 de abril de este año, después de numerosas especulaciones, Musk acordó la compra de Twitter por 44 mil millones de dólares, expandiendo su participación al universo de las redes sociales una vez incursionado —con gran éxito— en las industrias de los vehículos eléctricos y la aeroespacial.
El hombre más rico del mundo concretó dicha puja bajo la premisa de incluir nuevas funciones, tales como: el mejoramiento de los algoritmos y la inhibición de la censura, la eliminación de los bots de spam y la creación de un botón para editar un tuit.
A principios de noviembre, Twitter planteó una suscripción mensual de ocho euros, que incluye la verificación de la cuenta con la insignia azul, la cual representará la mitad de los ingresos de la plataforma.
“La libertad de expresión es la base de una democracia funcional, y Twitter es la plaza pública digital donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad”, sostuvo Musk.
En este sentido, se puso sobre la mesa el regreso a Twitter de personajes controversiales como Donald Trump, a quien se le restableció la cuenta recientemente —sumando, hasta ahora, 87.5 millones de seguidores—. El expresidente de Estados Unidos declaró que no tiene interés en volver a la red social.
Todo indica que Twitter ha dado un giro, de censurador, como algunos lo califican, a promotor del discurso polarizante —desatado por el propio Musk—. Más allá de la polémica estéril y las declaraciones incendiarias, la plataforma debe evocar un espacio de contraste de ideas en el cual coexistan líderes sociales, empresarios, políticos, intelectuales y artistas que influyan en el debate público.
¿O será otra de las cosas que no hacemos?
Consultor y profesor universitario
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