Héctor Zagal
(Profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)
No habrá venta de cervezas en los estadios ni en sus alrededores. La FIFA lo confirmó a través de un comunicado emitido dos días antes de comenzar la Copa del Mundo. Las áreas especiales que se habían acordado para conseguir este tipo de bebidas se cancelan y ahora sólo se podrán encontrar en los “fan fest” o en lugares autorizados como hoteles, restaurantes o bares con licencia. Esta decisión responde a la sharía (la ley islámica que rige Qatar) y, aunque polémico, es un tema de reglas, cultura y religión. Habrá que respetarlo.
No obstante, esta decisión también se entrelaza con otro puntos. Se sabía que la realización del Mundial sería en especialmente complicada dada la cultura qatarí, la cual restringe ciertas libertades. Pero las preocupaciones se calmaron cuando se anunció que la FIFA había llegado a algunos acuerdos. La comunidad LGBTQ+ podrá asistir al Mundial sin temer repercusiones legales en un país donde la homosexualidad se llega a castigar con cárcel. Asimismo, las mujeres que viajan a Qatar no están obligadas a cubrirse el rostro o a usar vestimentas como el hiyab.
El problema es que ahora varios fanáticos que se encuentran en Qatar han declarado estar preocupados. El abrupto cambio respecto a la regulación de alcohol revela la mala comunicación que hay en la organización del evento. Existe el temor de que otros acuerdos también se vean afectados y no se cumpla lo que se prometió. Esperemos que no y que todo fluya armónicamente.
No es la primera vez que la situación de una Copa del Mundo se vuelve complicada. Ha habido escenarios peores. En 1934, el Mundial se realizó en una Italia fascista liderada por Benito Mussolini. El panorama fue incomodó incluso dentro de la cancha: tanto jugadores italianos como alemanes hacían el saludo fascista y nazi antes de comenzar cada encuentro. En esa ocasión, la copa se la llevó Italia, cuyos jugadores estaban amenazados por Mussolini. “Victoria o muerte”, les dijo.
Algo similar sucedió en el Mundial de Argentina 1978, donde los juegos se disputaron bajo la dictadura militar de Videla. Tanto periodistas como aficionados convivieron con la tensión y el terror que el régimen provocó y, aunque Argentina ganó su primer título, la final se jugó en un estadio a unos metros de la Escuela Mecánica de Armas, un centro de tortura y detención clandestina.
Las discrepancias culturales de Qatar, de alguna manera, también crearán un clima enrarecido en la celebración del Mundial. Los aficionados que asistan tendrán que adaptarse a estas condiciones, aunque no sabemos qué tan complicado será convivir con una cultura, donde el estado no es laico y donde no se respetan algunos derechos humanos.