Así es. Una de las figuras de la realeza más conocidas e innovadoras de los últimos tiempos regresó a las pantallas la semana pasada. Ella es Giselle, la protagonista de Encantada, una película en donde una mujer de un mundo de cuentos de hadas se queda atrapada en el Nueva York del mundo real.
Los fuertes de esta cinta son, por supuesto, los grandes actores (Amy Adams, Patrick Dempsey, Susan Sarandon y James Marsden), las escenas de comedia bajo el clásico formato del “pez fuera del agua” y su poderoso mensaje: idealizar el amor no te traerá nada real, y la verdadera conexión con alguien surge de forma espontánea.
Tales argumentos hacen la llegada de Desencantada, la esperada secuela de esta producción, un retroceso. Porque ahora el mundo animado absorbe el real, convirtiendo la nueva vida de Giselle en un cuento de hadas. Eso le quita la originalidad que aportó la primera. Mas lo peor fue la forma como se desenvuelve la trama: sin protagonistas claros, con un mensaje forzado, y un arco por el cual el personaje de Giselle, de alguna forma, ya había experimentado. Hay algo interesante ocurriendo con Amy Adams dentro de la cinta, porque explora qué sucede cuando se enfrenta a su peor versión. Sin embargo, no se explora de una forma ingeniosa o que haga sentido con quien el personaje es, en esencia.
Encantada es valiosa en sí misma por la gran lección que tiene su protagonista. Mostró un antes y un después en las cintas de princesas. Se rompió el esquema de la damisela en peligro y se abrió paso a mujeres modernas dentro de las producciones de la casa del ratón, tales como Moana, Frozen, entre otras. Porque demuestra, después de todo, que el mejor cuento de hadas es el que no existe en el papel sino frente a nuestros ojos.
¿Las princesas pueden sobrevivir en la realidad? Si nos quedamos con la referencia de esta cinta, o de esta secuela, por ende, eso podríamos rescatar. Un mal día no hará de tu vida una pesadilla. Pero seguir refrescando personajes viejos en historias nuevas solo para dar más de lo mismo ya cansa. Disney, no trates de buscar más oro en la mina donde ya no hay más por explorar. Mejor, ábrele paso a princesas nuevas, con los ideales de hoy, en lugar de rescatar unas que solo se hicieron para un cuento.
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