La atención global está puesta en la guerra en Ucrania pero dos nuevos documentales buscan colocar el foco de vuelta en Afganistán y en la gente que quedó atrás luego de la polémica retirada de Estados Unidos el año pasado.
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Retrograde, de National Geographic, sigue a un general afgano que trató en vano de contener el regreso del régimen talibán en el verano boreal de 2021, mientras que “En sus manos: Una alcaldesa en Afganistán, de Netflix, cuenta la historia de la más joven alcaldesa del país, quien huyó cuando los islamistas retomaron el control.
“Nos hemos olvidado de esta historia. ¿Cuándo fue la última vez que hablamos sobre la guerra en Afganistán o leímos un artículo sobre esto?, dice Matthew Heineman, director de Retrograde.
“Obviamente aún hay cobertura mediática, pero no hay mucha gente hablando sobre este país que hemos dejado atrás”.
Zarifa Ghafari, la exalcaldesa de En sus manos: Una alcaldesa en Afganistán, contó que bajo el régimen talibán, Afganistán “es el único país en el mundo hoy en día en el cual una mujer puede vender su cuerpo, sus hijos, todo, pero no puede ir a la escuela”. Pero en las conferencias internacionales, “Afganistán está fuera de los debates”.
Ambas producciones comenzaron meses antes de la retirada de Estados Unidos, mientras sus protagonistas intentaban construir un futuro más seguro e igualitario en su país.
Las dos películas terminan con sus personajes centrales obligados a ver desde afuera cómo los talibanes destruyen rápidamente todo su trabajo.
Retrograde es un documental con un inusual acceso a las fuerzas especiales estadounidenses.
En una de las primeras escenas, las tropas estadounidenses son vistas teniendo que destruir su equipo y desperdiciando el exceso de munición que tanto necesitaban sus aliados afganos.
Después de que los estadounidenses abandonaron su base en Helmand, el general afgano Sami Sadat aceptó que las cámaras de Heineman se quedaran y lo siguieran mientras asumía la coordinación del último esfuerzo para controlar la avanzada de los talibanes.
En una escena, Sadat, obstinado en reunir a sus hombres para que sigan luchando mientras todo se desmorona a su alrededor, reprende a su ayudante por traer informes persistentes de que las tropas afganas cercanas están bajando sus armas.
“Cada señal decía ‘para, ríndete, esto se acabó’, y él tenía esta fe ciega de que, quizás, sólo quizás, si se aferraba a Lashkar Gah o a Helmand, podrían vencer a los talibanes”, concluyó Heineman.
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