Sin Messi, sin Cristiano Ronaldo, sin Suárez y Cavani, sin Neuer, sin Ter Stegen, sin Cavani, no sería lo mismo.
Estamos ante el último mundial de una generación de futbolistas que marcaron una etapa brillante del deporte más popular del orbe.
Casi es morboso acudir a sus partidos sabedores que cualquiera puede ser, por lesión o eliminación, en último de esta pléyade.
Ayer vimos correr a Cristiano Ronaldo como el mariscal de campo de que es; su presencia convocó a miles de aficionados de otros países, entre ellos mexicanos desde luego, a los que poco les interesaba el resultado.
Para algunos el portugués es el mejor jugador de la historia; para otros es Messi y si les preguntan a los argentinos pasados de los 50 nadie como Maradona.
Los brasileños dicen que el mejor jugador actual es Neymar, pero, siendo lo bueno que es, no ha cosechado las glorias del portugués y los argentinos.
Los deportistas de alto rendimiento son un atractivo para la taquilla y por eso reciben trato de estrellas de Hollywood.
No importa el rival (o el argumento); se paga por verlos.
Alguna vez alguien comentó que ir a ver al Real Madrid de la “Quinta del Buitre’’, en el que militó Hugo Sánchez, era como ir a ver al Ballet Bolshoi.
La camada de estrellas que juegan su último mundial aquí en Qatar se inscribe en la categoría de artistas.
Su promedio de edad es de 37 años, jóvenes para la vida pero viejos para el futbol; terminarán sus campañas con sus respectivos equipos y luego, quizá, a jugar en Estados Unidos para engordar la chequera y retirarse.
Merecido lo tienen.
La cantidad de dinero que generan juntos en un año equivale al PIB del país más pobre de África o incluso América.
De ese tamaño es el producto que son y representan.
Por eso ayer, ante Uruguay, Cristiano Ronaldo dejó ver destellos de su arte; celebró un gol que aparentemente había sido suyo, pero que el juez le concedió a un compañero.
Es el único jugador en el mundo que ha anotado por lo menos un gol en cinco mundiales; ni el Rey Pelé tiene esa marca.
Se nos van los ídolos y la cantera aún está verde.
Ni el francés Mbapé, el jugador del París Saint Germain, ni el noruego Haaland, a quien sus rivales comparan con un cyborg, tienen el carisma de los que se van como para concederles el título de ídolos mundiales.
En Qatar, pese a sus goles, la gente no habla de Mbapé y Haaland no vino al mundial.
Quizá para el 2026 en México, Canadá o Estados Unidos hablemos de las nuevas caras del futbol internacional; en 4 años se pueden forjar buenos jugadores, pero para crear ídolos se requiere un poco más de tiempo.
¿Y de México?
Mañana también será el último juego de varios seleccionados nacionales, si no logran vencer a Arabia.
La de México es la segunda selección en Qatar con el mayor promedio de edad.
Herrera, Guardado, el propio Ochoa, Héctor Moreno y quizá el propio Raúl Jiménez estén jugando su último partido mundialista.
Tan solo la suma de los años de los tres porteros nacionales (Cota, 35 años; Talavera, 40 y Ochoa, 37), suman más de un siglo.
Los tres ya no jugarán otro mundial.
Este es, pues, el mundial del adiós para las leyendas y del limbo para quienes alguna vez aspiraron a serlo.
LEG