En algún momento este país tendrá que reconstruir todo lo que hoy se destruye en el nombre de la autollamada Cuarta Transformación. No sabemos si será pronto o no.
Lo que podemos prever es que de todas las crisis y desperfectos que habrá de heredar Andrés Manuel López Obrador al dejar el poder, el daño más grave podría ser la enorme polarización social que fácilmente puede convertirse en violencia.
Este país ha salido de las peores crisis económicas, se pueden recomponer las instituciones democráticas que hoy están empeñados en destruir, hay manera de recomponer las instituciones desmanteladas.
Pero normalizar y fomentar que veamos en otro mexicano a un enemigo es algo que fácilmente puede desbordarse y que no es tan fácil reencauzar hacia un objetivo común de país. Sobre todo, cuando ese discurso de odio se machaca todos los días del año.
La falta de controles a la omnipotencia presidencial nos ha llevado a normalizar un discurso de rencor en contra de los “conservadores, fifís, aspiracionistas, clasemedieros, neoliberales” y demás que ante los ojos de López Obrador están confabulados para que a él le vaya mal.
México tiene un Presidente que desprecia a una parte numerosa de sus gobernados y fomenta un discurso de confrontación. Las palabras de descalificación que López Obrador repite en su mañanera son las mismas que sus seguidores replican en contra de los adversarios señalados.
Hemos normalizado que los comentarios al trabajo de un periodista sean insultos y en no pocas ocasiones amenazas, simplemente por no estar de acuerdo con la visión del régimen. La línea que divide la ofensa verbal o escrita de la agresión física es más delgada en el caso de los comunicadores.
López Obrador es un Presidente con mucho poder que hasta ahora ha conseguido lo que quiere. La lealtad, o el servilismo como aceptan diputados de Morena, es condición indispensable para tener la gracia del líder.
Y si el Presidente cree que hace falta demostrar el poder, lo hace. Como su respuesta innecesaria de llevar a las calles a cientos de miles de personas después de la marcha ciudadana de defensa a la democracia y al Instituto Nacional Electoral.
En ese rencor sembrado entre no pocos de sus seguidores, el régimen puede encontrar muchos manifestantes, que incluso de manera violenta, se opongan a un mal resultado electoral.
Es difícil, pero no imposible, que la 4T pudiera tener un revés en las urnas en las siguientes elecciones federales y ese odio sembrado puede generar un muy complejo problema postelectoral.
Si la economía no ha crecido, puede en un futuro volver a despegar. Si las finanzas públicas se descomponen, se pueden reencauzar, se puede en el futuro volver a tener medicamentos y guarderías. Las instituciones secuestradas pueden recuperar su autonomía y las relaciones internacionales se pueden sanar en poco tiempo.
Pero el rencor sembrado entre millones de personas que se condicionen a que si no es lo que su líder quiere entonces se tiene que combatir, eso sí que puede sumir al país en una compleja situación social de la que sea muy difícil salir.
@campossuarez