Luego de tres años de espera, el pasado martes inició, en una corte de Nueva York, el llamado juicio del siglo, en contra de Genaro García Luna, quien fungiera como el zar antidrogas de México durante el Gobierno de Felipe Calderón. Este hecho no es asunto menor, ya que, desde que se tiene memoria, se trata del exfuncionario de nuestro país que, habiendo tenido el mayor rango, enfrenta a una corte estadounidense.
Este juicio, como en su momento el de Joaquín Guzmán Loera, llama la atención de analistas, opinión pública y clase política nacional por las posibles —e inevitables— repercusiones que tendrá en ambos lados de la frontera.
Quien fuera el encargado de luchar en contra de los cárteles tendrá que responder por cinco cargos criminales federales: cuatro, por participar en una conspiración para traficar cocaína, y otro, por falsedad de declaraciones ante autoridades de Estados Unidos.
Ha sido muy alta la expectativa generada por el litigio (que será conducido por el mismo juzgador que sentenció a Guzmán Loera a cadena perpetua), especialmente porque en este primer día los reflectores se centraron en el hecho de conocer si García Luna se declararía culpable o no.
¿Por qué es tan importante? Porque, si se declarase culpable, cabría la posibilidad de llegar a un acuerdo con los fiscales, lo que significaría que pudiera convertirse en testigo protegido, pasar siete años en prisión y recuperar parte del patrimonio confiscado. Pero también implicaría no revelar cualquier relación de complicidad, nombres, datos y detalles durante su desempeño como secretario de Seguridad Pública.
Hasta el momento, el propio abogado defensor de García Luna adelantó que no hay intención ni condiciones para llegar a un acuerdo con las autoridades estadounidenses, por lo que deberemos esperar lo que se vaya dando a conocer una vez que concluya el proceso de selección de las 12 personas integrantes del jurado.
La posibilidad de un acuerdo de tal naturaleza representaría un duro golpe para la gran cantidad de ciudadanas y ciudadanos que esperan que se haga justicia y que, por lo mismo, desean conocer la manera en que se tejió aquella red de corrupción y complicidades durante el periodo que desató la ola de violencia que hoy lamentablemente azota a todo el territorio nacional.
No obstante, de algo tenemos certeza: será un juicio muy largo, que seguirá acaparando la atención en el transcurso de las próximas semanas, por las razones ya expuestas.
Por lo mismo, habrá que esperar a ver el curso de los acontecimientos y, sobre todo, cómo fluyen los detalles, los posibles nombres que surgirían y todo aquello que pudiera implicar poner las barbas a remojar para muchos aquí en México, como bien dicta el refrán.
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