dromedarios
Foto: Pixabay Esta forma de expresión llamada Alheda'a permite dirigir manadas de camélidos a través de los amplios arenales.  

En las dunas doradas del desierto saudita, el pastor Hamad Al Marri emite unos gritos incomprensibles para todos, excepto para sus dromedarios, que reaccionan instantáneamente y se reúnen detrás de él en orden de marcha, perpetuando así una tradición oral secular.

Acompañada de cantos y gestos, esta forma de expresión llamada Alheda’a permite dirigir manadas de camélidos a través de los amplios arenales de la península arábiga.

Inscrita en diciembre de 2022 por la Unesco en la lista del patrimonio cultural inmaterial, la Alheda’a se basa en los vínculos particulares entre estos animales y los pastores de la región del Golfo.

“Hay un lenguaje especial entre el propietario y su camello”, explica este funcionario de 36 años, que tiene a cargo un centenar de animales a 150 km al noreste de la capital Riad.

“Los dromedarios reconocen el sonido de la voz de su dueño y le responden inmediatamente”, añade, subrayando que no “responden” a voces desconocidas.

Llamados “barcos del desierto”, los camellos de Arabia de una joroba han sido durante mucho tiempo uno de los principales medios de transporte en el país, apoyando una lucrativa actividad ganadera.

“Hay numerosas inscripciones rupestres que muestran dromedarios pintados y cuentan su historia, ya sea en la guerra o para su comercio”, subraya Jaser Al Harbash, que dirige la comisión saudita para el patrimonio.

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– Fuente vínculo con el animal –
La solicitud de inclusión de la Alheda’a en la lista de la Unesco, presentada por Arabia y dos países vecinos –Omán y Emiratos Árabes Unidos–, tiene por objetivo “proteger” esta tradición del Golfo y apoyar “su desarrollo”, explica el responsable saudita.

Cada pastor, según la Unesco, utiliza un repertorio único de sonidos para guiar a su rebaño o para recoger rápidamente los camélidos en caso de peligro inminente, como una tormenta de arena.

Los dromedarios están entrenados para “diferenciar la derecha de la izquierda, abrir la boca cuando se les pide y arrodillarse para ser montados”, explica la Unesco en su sitio internet, destacando el “fuerte vínculo” que existe con el animal.

La práctica se “transmite en el seno de las familias y las comunidades, y los niños acompañan a los adultos en sus desplazamientos diarios”, añade la misma fuente.

El empresario Mansur Al Qatula explica haber aprendido a hablar con los animales observando a su padre y a sus abuelos. A su vez, comparte con sus tres hijos una “herencia transmitida de padre a hijo desde hace cientos de años”.

“A mis hijos les encanta, siempre piden venir y sus voces también son reconocidas”, cuenta a la AFP.

Con un centenar de animales, el ganadero participó a principios de mes en el prestigioso festival de camellos del rey Salmán Bin Abdelaziz Al Saud, un evento muy conocido y organizado cada año en el reino.

El festival incluye carreras de camellos y un célebre concurso de belleza basado en criterios exigentes. Los animales son juzgados por sus labios, cuello, protuberancia y color, con premios que alcanzan los 350 millones de riales (93 millones de dólares).

En la última edición, varios participantes fueron descalificados por inyectar botox a sus camélidos.

Para Mansur Al Qatula, la Alheda’a permite tejer lazos únicos con los animales. “Cuando el propietario se interesa por su camello, lo cuida y lo visita regularmente, el animal se lo retribuye”, explica acariciando a uno de ellos.