Héctor Zagal

Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de filosofía de la Universidad Panamericana)

Los ojos de las niñas y niños miraban fijamente al personaje. El conejo salía del sombrero de copa y, al unísono, soltábamos una exclamación de asombro. De su varita brotaban chispas, se descubrían largas cuerdas y volaban palomas, ¡palomas de verdad! Los adultos me enseñaban que la vida era rígida y racional, pero aquel hombre te regalaba un momento para creer que la vida también podía ser mágica.

Hoy, 31 de enero, es el día internacional del mago. Tenía tiempo sin pensar en ellos, pero el diciembre pasado, en una comida de fin de año, me topé con uno. ¡Cómo han cambiado! El smoking, capa y el sombrero quedaron atrás. Este mago era más hípsters y buena parte de su magia la utilizan para lograr barbas tupidas y bien delineadas.

Magos, ilusionistas, adivinos y hechiceros siguen atrayendo a la gente. Quien lo cuestione, lo invito a que le eche un vistazo a la cuenta bancaria de J. K. Rowling. El éxito de Harry Potter fue total: los libros, obras de teatro y una saga de películas.

A los seres humanos, nos atrae la idea de poder controlar el mundo. El mago-ilusionista nos divierte y nos sorprende. No creemos en él y, precisamente por ello, sus trucos son un reto para la inteligencia. ¿Cómo consigue engañarnos?

Pero hay personas que aún creen en ciertas prácticas mágicas. En la Ciudad de México, el mercado de Sonora es famoso por la cantidad de menjurjes que vende para librarse del mal de ojo, hacer amarre o, simplemente, cambiar algún aspecto de la propia vida. La creencia en la magia no tiene que ver con el nivel socioeconómico. Es bien sabido que algunos políticos tienen algo así como su “mago” de cabecera.

¿Y cuál es la diferencia entre magia y religión? Ambas reconocen la existencia de fuerzas sobrenaturales, pero el mago intenta someter y dominar las fuerzas sobrenaturales con sus ritos, mientras que la persona religiosa adora y venera lo sobrenatural. El mago es, por así decirlo, un ingeniero de lo sobrenatural.

¿Les cuento algo? En mi oficina de la universidad tengo varias pócimas que mis alumnos me han regalado. Una de ellas es “la pócima para el buen estudiante”. Es un líquido azul contenido en una botellita de plástico, que funciona como si fuera un perfume. Te lo untas en el cuerpo para que te dé buena suerte y pases todas tus materias. ¿A qué huele? No lo sé. Nunca lo he abierto y no pienso hacerlo. Prefiero no poner mi salud en riesgo. ¿Funciona? Yo digo que no. Sólo conozco un hechizo para aprobar mis exámenes y dice así: “Abra cadabra, patas de cabra, ¡ponte a estudiar!”.

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana