Hoy, no nos podemos entender sin hablar de digitalización y, quizá aún menos, después de la pandemia, pues sospecho nadie podría imaginar que hubiese sido de nosotros, de nuestras relaciones e incluso de nuestras actividades cotidianas –como el trabajo o la educación– sin la ayuda de las redes sociales.
No obstante, a pesar de los beneficios y progresos de las redes, se presenta ante nosotros una regresión fundamental, a saber, el empobrecimiento de la capacidad de entender y de socializar de los usuarios. Me he percatado de ello, conforme se han dado los recientes sucesos relacionados con las redes, más específicamente en cuanto a los retos virales.
En ese sentido, me viene a la mente que lo que quizá, lejanamente, retrataba Sartori como el “Homo Videns”, se ha convertido en una lamentable realidad. Por lo tanto, es importante que este tema se aborde con tacto y sensibilidad, pues se trata del inicio de un nuevo paradigma de la sociedad, que no sólo atañe a las expectativas de vida de la misma, sino que también impregna su manera de desarrollarse en las diversas esferas.
Recientemente se publicó una encuesta titulada The World ‘s Dream Job, en la que se emprendió una investigación alrededor del mundo, con el objeto de averiguar cuáles eran las expectativas profesionales de los jóvenes. No puedo negar que sus resultados me parecieron sorpresivos, ya que si bien trabajos como piloto, escritor, maestro, emprendedor y bailarín se mantuvieron a la cabeza de los empleos de ensueño, empleos como youtuber, influencer y blogger comenzaron a figurar dentro de los primeros 12 lugares, siendo en América Latina, España y parte de Asia los lugares donde dichas aspiraciones prevalecieron.
Puede pensarse que quizá la razón por la que empleos como piloto o escritor se muestran como la primera opción entre cierto grupo de jóvenes, se deba a que viven en países, cuyas oportunidades son mucho más elevadas que las de aquellos que pretenden desarrollarse como influencers.
Sin embargo, dedicarse a las redes sociales trae consigo una serie de problemáticas, ya que ser acreedor a una audiencia lleva en sí la responsabilidad de proveer de contenido de calidad, pero fundamentalmente responsable.
Ello, debido a que se han registrado una serie de retos, los cuales si bien no todos son dañinos, el más reciente “reto clonazepam”, ha llamado la atención tanto de las autoridades, como de las familias, pues éste no solo pudo ocasionar intoxicaciones, sino llevar incluso hasta la muerte de los usuarios, quienes únicamente pretendían alimentar su sentido de pertenencia o mostrar superioridad frente a los otros.
En tales circunstancias, valdría la pena reflexionar que la inclusión digital no debe llevar a la insolencia; pues las nuevas generaciones no sólo han nacido en un mundo digitalizado, sino que también pretenden permanecer en él de manera profesional. Por lo que no se trata de criminalizarlas, sino de buscar medidas que impidan los daños que puedan ocasionar.
¿O será otra de las cosas que no hacemos?
Consultor y profesor universitario
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