Héctor Zagal

Héctor Zagal

(Profesor de la Facultad de filosofía de la Universidad Panamericana)

“Pude haber sido un mártir. Fui un verdugo.
Purifiqué las almas con el fuego.
Para salvar la mía, busqué el ruego,
el cilicio, las lágrimas y el yugo”.
Jorge Luis Borges, El inquisidor

El 7 de febrero de 1569, mediante cédula real, se establecieron los tribunales del Santo Oficio en la Ciudad de México y en Lima. El yugo de la Inquisición llegaba a América.

Los abusos cometidos por la Inquisición suponen uno de los episodios más tristes de la Iglesia Católica. En el 2000, el mismo papa Juan Pablo II pidió perdón por los errores cometidos y declaró que “en algunas épocas de la historia los cristianos a veces han transigido con métodos de intolerancia y no han seguido el gran mandamiento del amor, desfigurando así el rostro de la Iglesia”.

Lo que también es cierto es que hay una leyenda detrás que exagera la temible actuación de los Inquisidores en varios aspectos. No se puede defender ni justificar a la Inquisición, pero sí hay que contextualizarla. En sus tiempos, la libertad de culto era extremadamente limitada en el mundo y las torturas eran una práctica tristemente frecuente durante los procesos judiciales.

También habría que hacer ciertas puntuaciones respecto a la Inquisición Española. Aunque su principal finalidad era defender la fe, era un órgano que, propiamente hablando, no dependía de Roma, sino de la Corona. Esto fue clave durante la independencia de México, pues la Inquisición utilizó todo su poder contra los sacerdotes independentistas. Por otro lado, el Santo Oficio no tenía jurisdicción sobre los indígenas, a quienes consideraba conversos nuevos.

¿Sabían que ni la herejía ni la brujería eran los delitos más perseguidos en la Nueva España? El gran problema que enfrentó la Inquisición en este virreinato fue la solicitación. Se llama así porque algunos sacerdotes aprovechaban su oficio para “solicitar” favores sexuales dentro de la confesión

¿Qué otros delitos perseguía el Santo Oficio? Uno de los más curiosos era la bigamia. No, la bigamia no es el adulterio. El bígamo se casa con otra persona, mientras su cónyuge aún está vivo. Era algo recurrente en la Nueva España, porque algunos españoles que ya estaban casados, llegaban a estas tierras solos y, como remedio a su soledad, volvían a casarse.

La blasfemia también era perseguida, pero era poco común toparse con estos casos. Desde tiempos de la conquista, la blasfemia se castigó duramente para que los indígenas no aprendieran a lanzar maldiciones en contra de Dios ni sus santos. Al día de hoy, la blasfemia no es común en México.

La homosexualidad era castigada con la muerte. A los “sométicos”, así se les llamaba aludiendo a Sodoma, se les ejecutaba brutalmente. Se procesaba incluso a muchachos de catorce años.

También es cierto que la Inquisición fue una policía del pensamiento. Esto le pasó al pintor Simón Pereyns. Durante una cena, el artista soltó el comentario de que, en su opinión, la fornicación era un pecado venial y no mortal. Alguien lo acusó con el Santo Oficio y terminó en la cárcel.

Para que Pereyns pudiera salir, tuvo que pintar un cuadro de la Virgen. La pintura se colocó en el hermoso Altar del Perdón en la Catedral Metropolitana, hasta que se quemó. Lo curioso aquí es que, si Pereyns hubiera tenido relaciones sexuales antes o fuera del matrimonio, el Santo Oficio no le hubiera hecho nada. La fornicación ni el adulterio eran castigadas por la Inquisición

Es escandaloso que en pleno 2023, haya países donde no hay libertad de culto, donde la homosexualidad es un delito o donde te meten a la cárcel si cantas una canción que no le gusta al gobierno. ¿En qué países sucede esto?

 

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana