Esta semana, a pesar de que muchos gozaron del puente del lunes, ha dado tiempo suficiente para dejar el botón de muestra de lo que veremos en ese reacomodo entre las políticas monetarias restrictivas y las expectativas de los mercados.
El año pasado la inflación subía sin control y las tasas de interés estaban prácticamente en cero, en ese momento no había mayor discusión sobre la necesidad de que los bancos centrales, en especial de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed), subieran el costo del dinero para frenar los incrementos acelerados de los precios.
En Estados Unidos hay una relación directa entre el nivel de las tasas de interés y la decisión de los consumidores de ahorrar o gastar sus recursos. En mercados como el mexicano el efecto es más limitado porque la mayor parte de la economía se mueve en la informalidad, lejos del sistema financiero.
Como sea, cuando salen caros los créditos y los premios por ahorrar son mayores, muchos postergan el consumo y con ello ayudan a bajar la presión en los precios. Esa es la idea de una política monetaria restrictiva.
Y claro que en el escenario contrario, cuando una economía no crece y la inflación es baja, ahí la política monetaria es laxa para que cueste poco el dinero prestado y prácticamente no haya premio para los ahorradores. La reacción es gastar.
Solo que en Estados Unidos se pasaron de la raya con la medicina laxa de las tasas de interés que se mantuvieron prácticamente en cero desde el 2008 hasta el 2022, con un pequeño bache entre el 2017 y el 2019 cuando las tasas apenas alcanzaron el 2.5%.
Esta larga sequía de rendimientos en los instrumentos del Tesoro de los Estados Unidos reanimó a muchos mercados externos, emergentes, que gozaron de esos capitales sedientos de rendimientos, pero que son los primeros que pagan facturas altas cuando regresan al mercado estadounidense, ya sea por rendimientos o por un vuelo a la calidad.
Los niveles inflacionarios empiezan a bajar, en especial en Estados Unidos, y esto obliga a pensar en cómo tratar de regresar a una neutralidad en el costo del dinero al menor costo posible.
Es un rompecabezas en el que hay que acomodar inflaciones más estables, con la baja en las tasas de interés, una economía que debe crecer y la coordinación entre los bancos centrales. Un ballet coordinado para evitar el pánico en los mercados.
Tomemos como ejemplo la relación del peso frente al dólar, que esta semana pasó de una depreciación del 4%, por los datos positivos del empleo en Estados Unidos, a una recuperación otra vez por debajo de los 19 por el adelanto de la Fed de mantener los incrementos en la tasa de interés.
Hoy tenemos datos de la inflación en México de enero pasado y la decisión de política monetaria del Banco de México, que también cuentan para anticipar esa relación entre las tasas de interés y otros mercados financieros.
Esta semana ya hemos visto movimientos financieros erráticos, esto es lo que debemos esperar el resto del año. Ese jaloneo entre los bancos centrales y los mercados financieros.
@campossuarez