La primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, anunció el miércoles su dimisión, para sorpresa general, tras ocho años de poder en que tuvo alta popularidad y un trabajo “muy díficil” entre pandemia, defensa de un nuevo referéndum independentista y recientes controversias.
La política, de 52 años, que lidera desde hace años la lucha por una segunda consulta sobre la autodeterminación de esta nación británica de 5,5 millones de habitantes, aseguró que su renuncia no responde a “presiones”, sino al convencimiento de “ha llegado el momento (…) adecuado para mí, para mi partido y para el país”.
“Este trabajo es un privilegio, pero también muy difícil” y “soy un ser humano además de una política”, subrayó visiblemente emocionada en rueda de prensa en Edimburgo, asegurando haber reflexionado mucho esta decisión después de anteponer durante tres décadas su carrera a su vida personal.
Seguirá en el cargo hasta que se designe a su sucesor. Sin embargo no dejará la política, precisó, porque sigue comprometida con cuestiones como “obtener la independencia”. “Es una causa a la que he dedicado toda mi vida y en la que creo”, aseguró con rostro cansado y circunspecto.
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– Referendum de autodeterminación –
La noticia llegó como una sorpresa para todo el país.
En enero, tras la sorprendente dimisión de la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, Sturgeon afirmó que seguía “llena de energía” y no se sentía “ni mucho menos” cerca del fin.
Se convirtió en líder del Partido Nacional Escocés (SNP) y del gobierno autónomo de Escocia tras la dimisión en 2014 de su mentor Alex Salmond, después de que los escoceses votasen al 55% a favor de permanecer en el Reino Unido.
Desde entonces, reanudó la lucha por la independencia, revigorizada por el Brexit al que los escoceses se opusieron muy mayoritariamente.
Defendió convocar un segundo referéndum y ante la negativa del ejecutivo de Londres acudió a la justicia.
La Corte Suprema británica se pronunció en contra el año pasado y Sturgeon prometió entonces convertir las próximas elecciones generales, previstas en enero de 2025 a más tardar, en un plebiscito.
Pero fue muy criticada, incluso entre las filas del SNP. “Es una decisión que debe ser tomada por el SNP de forma colectiva y no solo por mí”, dijo el miércoles.
El primer ministro conservador británico, Rishi Sunak, reaccionó sobriamente a su renuncia agradeciéndole su “largo servicio” y deseándole “lo mejor para el futuro”.
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– Popularidad y controversia –
Con muy altas cotas de popularidad por su acertada gestión de la pandemia de covid-19, Sturgeon acumuló éxitos electorales y obtuvo una nueva mayoría independentista en el Parlamento regional junto a los ecologistas en 2021.
Pero se vio debilitada por la aprobación el pasado diciembre de una ley que facilita la transición de género, que provocó gran controversia en círculos feministas y fue bloqueada por el ejecutivo de Sunak en un hecho sin precedentes.
Tras esta polémica, un 44% de escoceses se declaraban favorables a Sturgeon en enero, frente a 50% en octubre, según datos publicados el miércoles por el instituto de sondeos YouGov.
En las calles de Edimburgo, las opiniones eran también encontradas tras su renuncia.
“Siento que ha llegado el momento de cambiar, sobre todo tras los últimos acontecimientos sobre el reconocimiento de género, era hora que Nicola Sturgeon se fuera y estoy contenta de que lo haya reconocido”, dijo a la AFP Elly Watts, de 53 años. “Ha estado ahí ocho años así que obviamente ha hecho algo bien para durar tanto”, consideraba por su parte Andy Summers, de 42 años.
Nacida en la ciudad industrial de Irvine, al suroeste de Glasgow, de padre electricista y madre enfermera, Sturgeon se afilió al SNP a los 16 años, como vicecoordinadora de las juventudes.
Peter Murrell, su marido, es el director general del partido. La pareja, que no tiene hijos, se conoció en una reunión de las juventudes del SNP, del que Sturgeon se convirtió en una de las primeras diputadas en el Parlamento autónomo escocés cuando este se creó en 1999.
Abogada de formación y política brillante temida por sus oponentes tanto en Edimburgo como en Londres, Sturgeon defendió un programa político izquierdista, abogando por políticas sociales que en su opinión habían sido abandonadas por el Partido Laborista.