Esa obsesión de tatuarse a Petróleos Mexicanos como símbolo patrio y necear con la soberanía energética con estrategias que ya probaron ser las equivocadas el siglo pasado solo van a llevar a este país a depender de la importación de petróleo crudo en poco tiempo.

Cómo les duele a los más radicales de este régimen tener que aceptar, así sea para ellos mismos, que después de 5 años de destrucción del sector energético al final tenía razón de ser la reforma energética que impulsó el expresidente Enrique Peña Nieto.

Pemex es la empresa petrolera más endeudada del mundo y la salida viable hace diez años era sanear los pasivos laborales y concentrar las actividades de una compañía, que tuviera metas de mercado, en la exploración y extracción de petróleo.

Al mismo tiempo, con el apoyo de la iniciativa privada, que participara del riesgo de explorar y no encontrar y que tuviera las ganancias de localizar yacimientos petroleros rentables. El estado gana con una carga tributaria adicional por la extracción de un bien propiedad de la nación.

Pero no, lejos de permitir esa última salida viable para Pemex, este régimen retrógrado desvió a la petrolera de su negocio central para concentrar los pocos recursos disponibles en construir una refinería cara en un segmento del negocio de los derivados del petróleo que dejó de ser rentable hace mucho tiempo: el de la refinación.

Gran acierto comprar las operaciones de la refinería Deer Park en Texas, aunque dependa del petróleo estadounidense. La peor decisión fue construir una refinería en los pantanos de Tabasco, solo por ser el terruño presidencial y alimentar las obsesiones ideológicas de López Obrador.

Hay muchas cosas que hoy debemos tener presentes de la realidad de Petróleos Mexicanos.

La primera y más importante, esa empresa ya traspasó la responsabilidad de todas sus deudas al Gobierno mexicano. Hoy Pemex ya no va a quebrar porque todos pagamos con nuestros impuestos sus desatinos.

El “riesgo Pemex” en los mercados es hoy “riesgo México” y no estamos lejos de perder el grado de inversión por asumir ese peligro que se pudo haber evitado si hubiera prevalecido el pensamiento claro entre los que hoy gobiernan.

Hoy México ya no está entre los primeros ocho productores de petróleo del mundo donde solía estar. Hoy en esa lista están dos naciones que eran dependientes de las exportaciones que decidieron permitir a las empresas privadas hacer ese trabajo de manera rentable.

En primer lugar, entre los productores del mundo está Estados Unidos, quien hace 30 años dependía del mundo y en el lugar número 8 está Brasil, gracias a las políticas del socialista Luiz Inácio Lula da Silva.

Hoy México es más comparable con Venezuela que con ningún otro país del mundo petrolero. Gran potencial, pero cada vez más escasa productividad. Un dato contundente: hoy México tiene menor producción petrolera que Nuevo México. Porque es imposible compararse con Texas.

Entre las muchas calamidades que habrá de heredar este tiempo aciago que vive el país, la bomba de tiempo energética, que incluye la situación fiscal de Pemex, de la Comisión Federal de Electricidad, la falta de energía suficiente para los agentes económicos, el incumplimiento de contratos con empresas privadas y la discriminación a las compañías energéticas extranjeras, será la peor de todas.

 

    @campossuarez