“Por cierto, preguntan mucho sobre los 55 millones de dólares y yo todavía no escucho una pregunta por los 65 muertos”, ese fue el reclamo que hizo Napillo a los medios de comunicación en su primera conferencia de prensa, tras su regreso a México. Y sí, para eso le ha servido la muerte de los compañeros.
Napoleón Gómez Urrutia sigue no solo lucrando con el dolor ajeno, sino que ocupa el terrible accidente como cortina de humo para esconderse de los temas que lo persiguen.
A 17 años de lo ocurrido, Napillo sigue burlándose de las familias que abandonó a los pocos días del estallamiento en la mina Pasta de Conchos. Él cínicamente se hace parte de las víctimas, desconoce y se indigna frente a los cuestionamientos sobre su corresponsabilidad del accidente. Hoy se sabe que durante años, Napillo pasó por alto las malas condiciones de seguridad e higiene que reinaban en la mina de carbón. Emplazaba a huelga a la empresa como amenaza para lograr lo que finalmente buscaba, un arreglo económico en lo oscurito.
Napoleón Gómez Urrutia hizo de Pasta de Conchos una mina de oro, su silencio sería compensado con millones de pesos. En aquel entonces la mina contaba con 487 trabajadores, de estos 282 eran sindicalizados, 45 de confianza y curiosamente 160 contratistas, sin duda un número alto, la razón es sencilla, por cada contratista que ingresaba a la mina el Sindicato y Napillo recibía un porcentaje del salario de estos.
Pero este no fue el único negocio que haría Napillo con el carbón y con la vida de los mineros. Una vez emplazada la empresa a huelga por faltas graves a la seguridad, el hoy senador de Morena instruía a los mineros a firmar un “convenio” para desistirse de la huelga, a cambio cada trabajador recibía una prima única de 600 pesos en promedio; sin embargo, a esta cantidad se le descontaba la cuota sindical y una cuota extraordinaria que resultó en términos reales una ganancia de unos cuantos pesos para cada minero, Napillo se quedaba con 50% del convenio por trabajador. Esta información está documentada en libros, investigaciones periodísticas y reportes de Organizaciones No Gubernamentales.
¿Pero a cambio de qué negociaba Napillo con la seguridad de los mineros? ¿Por qué vendía este convenio a la empresa? ¿Qué recibía además de la mitad de esta prima extraordinaria por cada trabajador? ¿Por qué institucionalizó este tipo de convenio, en lugar de hacerse responsable y obligar a la empresa a cumplir al 100% con las condiciones de Seguridad?
Por si fuera poco, Napillo, mes con mes, cobraba prácticamente por hacer nada, descontaba de los cheques infinidad de conceptos, iniciando por la cuota sindical, el fondo de resistencia y cuotas extraordinarias, recursos que sumaban semanalmente un día de salario, quedándose con cuatro días de salario al mes.
Se sabe que el convenio que firmó un mes antes del accidente en Pasta de Conchos no fue el único; llevaba años arreglándose con la empresa de esa manera. Tras la explosión, todo este tipo de detalles empezaron a salir a la luz, por lo que no es casualidad que Napillo huyó a esconderse a Canadá no solo por el robo de los 55 millones de dólares a los compañeros de Cananea, sino porque sabía que llevaba años lucrando con la vida de los trabajadores.
Son 17 años de un profundo dolor, de haber vivido el peor accidente en el sector minero mexicano, pero también son 17 años de impunidad, de burlas de un impostor que lo único que ha hecho es enriquecerse con la sangre y el sudor de los mineros.
@CarlosPavonC