@guerrerochipres

Ni sociedad civil ni la ciudadanía son —en tanto conceptos, vocablos, acción política— propiedad privada de grupos económicos, partidos y menos exfuncionarios o próximos exconsejeros del INE.

Inevitable ha sido para quienes critican la polarización, entrar en la dinámica debatible de polarizar; para quienes juzgan la arrogancia de un discurso, presentarse presuntuosamente como la voz de todas y todos los demás; para quienes acusan supuestos riesgos autoritarios, obsequiarse a un público acrítico de sus propias arrogancias y de su propia desnudez nostálgica de aquellas épocas en que ser acreditados por el Presidente era una patente de corzo simbólica.

La autonomía, los prohombres, los épicos defensores de elecciones democráticas salpicadas de corrupción y abusos que tendrán oradores de familias de políticos y de comunicadoras de aquellas etapas de la hegemonía tricolor, incluso de antes de la transición de 2000.

En la sociedad civil confluyen ciudadanos, empresarios, organismos, partidos, las expectativas de generaciones que no votarán sino hasta 2030. A ellos no se les puede ofrecer el pasado como voz y la nostalgia como programa.

La noción de “la sociedad civil” como espacio de representación universal anula la pseudo reivindicación de “la ciudadanía” que respalda únicamente a un INE convertido en jugador donde más se requiere un árbitro y donde la democracia supone reconocer el rejuego y la provisionalidad de las victorias electorales, no el grito de “autoritarismo” cuando no se es capaz de reconectar con la enorme mayoría poblacional, tal como parece sucederle a la oposición.

Ciudadanía y sociedad civil son resultado de una construcción dinámica, en constante adaptación, demandante de atención a las necesidades sociales, a la inclusión, a la innovación y no al refrito de voces viejas disfrazadas de jóvenes.

Y hay dos marchas en el escenario. De nuevo. Este domingo y el 18 de marzo.

El crecimiento y el beneficio colectivo requiere colaboración y coordinación entre sector público y privado; entre partidos, actores sociales y todos aquellos que no son legalmente ciudadanos. La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, propuso en su conferencia de ayer llamar al evento del domingo, legítimo como sea y debatible como es, “la marcha de volver al pasado”.

Le acababan de preguntar sobre el millonario bono de retiro de los ya próximos exconsejeros del INE. Ella daba el banderazo a la Línea 3 del Metrobús con un sistema 100% eléctrico, concretado en la colaboración de la sociedad civil.

El expresidente Felipe Calderón ya pudo vislumbrar cómo los partidos son ineficaces ante la ordenada participación ciudadana. Los líderes de los partidos opuestos a Morena prefieren inicialmente callar. ¿Quién define las candidaturas sino los mismos liderazgos de siempre?

No se equivocan quienes pronostican mucho debate. ¿El pasado o el futuro?