Comencemos esta historia en 2003.
Había un jefe de Gobierno, a la vez jefe máximo del PRD, con cuya popularidad buscaba escalar al poder federal.
Y ahí, en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento, ese tótem escuchaba la lista de candidatos para diputados federales, fulanito para acá, zutanito para allá, y así.
Él, dios de sí mismo, parecía escuchar y la cúpula perredista -Rosario Robles, Ramón Sosamontes, su particular René Bejarano, Los Chuchos Jesús Ortega y Jesús Zambrano…- cuando de repente despertó:
-Olvídense de esos nombres…
Sorpresa general.
-La Cámara de Diputados no importa -se asomó a Palacio Nacional y señaló con el índice:- lo que realmente vale está allá, en la Presidencia de la República. Allá sí se puede gobernar, hacer lo que se quiere…
Los presentes salieron en espera de la lista palomeada para las elecciones intermedias de Vicente Fox, Legislatura con la cual el perredismo alcanzaría, tres años después y a través de su caudillo, el Poder Ejecutivo.
Se interpuso Felipe Calderón.
EL MANIQUEÍSMO
Debió esperar tres lustros más para alcanzar su objetivo.
Ahora tiene una pléyade de incondicionales en el Poder Legislativo, en el Poder Judicial y en muchos órganos de Estado devaluados por él, para cumplir su soberana voluntad.
Y con ella pretende, está seguro, alcanzará la renovación de su presidencia a través de un incondicional para ser el poder tras el trono… Maximato, se decía en los tiempos del priismo anacrónico.
Y para alcanzarlo ya tiene una estrategia.
En reuniones con sus operadores, los cuales trabajan para las tres corcholatas -Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Marcelo Ebrard; Ricardo Monreal juega libre y no es corcholata- ha adelantado parte del plan.
El INE no es necesario, y menos con su costoso aparato burocrático, en la preparación, organización, vigilancia y desarrollo de los procesos de votación.
A su juicio lo trascendente es el conteo de votos -con el que le hicieron trampa en 2006- y para eso el Gobierno de la República tiene un extenso aparato al norte, sur, este y oeste del territorio nacional.
La burocracia, pues.
¿Con quién como vigilante y garante del proceso ideado por él?
¡Las Fuerzas Armadas!
Ellas y el resto de los servidores públicos suman cinco millones de personas, suficientes para hacerse cargo de un desarrollo vigilado por profesionales desde la creación del IFE, antecedente del INE.
Ese es el Plan C.
Ah, pero depende de la Suprema Corte, a cuyos 11 integrantes se encomendaron el domingo cientos de miles de manifestantes aquí, allá, acullá y allende acullá.
¿Dijimos 11 ministros?
No: El Gobierno ya tiene tres votos seguros para frenar la declaratoria de inconstitucionalidad del Plan B y usted los conoce: Loretta Ortiz, Yasmín Esquivel y Arturo Zaldívar.
¿Quién será el cuarto y definitivo?
VOZ DISCORDANTE
Si en la Corte no hay voces valientes, Ricardo Monreal a veces es voz discordante.
Planteó no subestimar las marchas dominicales y las expresiones ahí emitidas, tanto en defensa de la democracia como de la autonomía de los órganos electorales.
En su mensaje agregó una fotografía con Cuauhtémoc Cárdenas, clave en la apertura democrática y con quien selló un acuerdo de coordinación porque “la República nos necesita”.
Sí, la República sí los necesita.
LEG