Si le cobran un kilo de tortillas y le dan menos, o si el tanque de gas LP de 20 kilos tiene menos combustible, se trata de un fraude.

Si la caja de galletas tiene el tamaño de siempre, pero hay menos galletas dentro, si la bolsa de papas es la de costumbre, pero las papas son más chicas, si el chocolate rebota en su envoltura, claramente lo quieren confundir.

Otros productos tienen contenidos menores, pero también empaques más chicos, mitigan con esto el incremento en el precio. Todo esto es parte de un fenómeno que acompaña a estos tiempos de alta inflación.

Eso tiene un nombre y es la reduflación. No es una designación muy creativa, pero se entiende que es la reducción de las porciones por efecto de la inflación.

Por lo que en estos tiempos es común ver botellas de shampoo más chicas, rollos de papel de baño más flacos, barras de jabón más pequeñas o porciones más reducidas de alimentos empacados que sentimos que no nos van a llenar ni una muela.

Pero esa es la respuesta de las empresas que buscan no perder mercado ante la realidad de la inflación. La competencia genera la necesidad de conservar el mercado en tiempos económicos complicados y una forma es a través de esta reducción en el tamaño de las presentaciones.

De forma intuitiva un consumidor aplica cambios en sus hábitos de consumo cuando su presupuesto de compra se reduce con la inflación. La primera práctica es la sustitución de productos.

El jamón más barato que el de costumbre, otras variedades de carne o pescado de las que regularmente consumimos, frutas de temporada antes que las favoritas. En fin.

Pero también de manera automática reducimos las porciones, menos manzanas a la bolsa, un refresco en lugar de dos y si insistimos en los embutidos de siempre, pues hay que aceptar llevarse menos rebanadas.

En la búsqueda de conservar su porción del mercado muchas empresas adaptan sus presentaciones. Algunos reducen los contenidos netos de la mano del tamaño de los empaques y otros de plano, dejan la misma bolsa, pero con menos producto. No hay mejor ejemplo que las infladas bolsas de papas.

En México empezamos a ver con más frecuencia este fenómeno en estos tiempos en que la inflación de los alimentos y productos básicos se han mantenido en dos dígitos durante muchos meses.

Pero aun así México está muy lejos de esos momentos que vivimos en los años ochenta cuando los precios subían, las porciones bajaban y muchos productos desaparecían de los anaqueles por los altos precios.

Estamos también lejos de la reduflación de Argentina donde los casos han sido dramáticos. Y mucho más lejanos de realidades como la de Venezuela donde la hiperinflación y la reduflación dieron paso muy rápidamente a la escasez total.

El fenómeno de inflación que padece México, con ese énfasis en los precios de los alimentos, nos ha dado estos pininos de reduflación, que, si bien se notan y nos angustian, están lejos de lo que ese fenómeno puede implicar en términos del consumo.

 

@campossuarez