La dictadura de Nicaragua puede apresar a sus opositores, confiscar los bienes privados y hasta de la Iglesia Católica. Puede cancelar la libertad de expresión y pisar los derechos humanos de sus ciudadanos y no hay reacciones internacionales, nada dice Estados Unidos.

Venezuela ha arruinado su economía y con ella a sus millones de habitantes, tiene miles de presos políticos e inocentes asesinados por un régimen que ha conculcado derechos civiles y humanos en la nación con la reserva petrolera más importante del mundo y no pasa nada. Es más, Estados Unidos ya negocia con ellos ahora que se agravó su crisis con Rusia y China.

Cuba ha vivido durante 64 años en una dictadura que asesina, reprime y violenta a sus ciudadanos y nadie se mete con ese grupo de opresores que ven pasar las sanciones para lastimar más a su gente y sin que a ellos los toquen en absoluto.

Esa soberanía de los tiranos les ha permitido tener a millones de latinoamericanos en la opresión y en la miseria sin ninguna oposición real del exterior.

Claro que inspira a candidatos a dictadores, pero hay naciones que no tienen márgenes para perder sus imperfectos sistemas democráticos.

No sabemos si en algún momento, alguien ha soñado con esa posibilidad para un país como México. Pero esta nación tiene candados muy difíciles de violar que lo alejan de una triste realidad como la venezolana, cubana o nicaragüense.

De entrada, por más que la memoria sea corta, México ya padeció ese sistema híbrido de control unipartidista que no tiene tantas décadas que dejamos atrás.

A partir de ahí, México tomó dos caminos, el de la democracia y el de una economía de mercado abierta.

Está claro que el intento del régimen actual en México es hacia un regreso a ese pasado centralista, pero también queda claro que hay una mayoría que no le ha dado ese permiso autoritario y estatista a Andrés Manuel López Obrador.

En la apertura, México asumió compromisos internacionales que van más allá del intercambio de mercancías. La sociedad con los grandes bloques económicos implica también compromisos de legalidad, respeto a las libertades y a la democracia.

El acuerdo de libre comercio con la Unión Europea tiene una cláusula democrática específica y si bien el T-MEC, con América del Norte, no es tan puntual, el apartado laboral tiene mucho de privilegiar una vida democrática en este país. Eso sin contar con la “cláusula Sunset” que pende sobre la viabilidad futura del acuerdo si los socios no están a la altura de una sociedad respetuosa de los valores comunes de los tres países.

Además, cualquier intento autoritario en México se topa con una simple y llana realidad: la vecindad con Estados Unidos. Eso se llama codependencia, en dos grados diferentes, pero también implica un nivel de interés de Washington en el desempeño democrático de aquel con el que comparte 3,200 kilómetros de frontera.

A Daniel Ortega en Nicaragua lo dejan hacer tropelías, en México el secuestro de cuatro ciudadanos estadounidenses implica un reclamo de alto nivel, porque México les importa mucho más de lo que cualquier candidato a autócrata puede calcular.

 

     @campossuarez