El presidente Andrés Manuel López Obrador saca pecho cuando le preguntan por la posible intervención del Gobierno estadounidense en México para combatir el narcotráfico.

En una declaración se vio al Jefe del Estado queriendo ser eso, el Jefe, el estadista. Entonces frunció el ceño y dijo con voz solemne que no permitiría la intervención de ningún Gobierno extranjero en territorio mexicano.

El Presidente tiene razón, eso sí con ciertas aristas que habría que limar, pero es indudable que México es un estado soberano y no puede permitir, no ya la supuesta intervención de un país dentro de su territorio, sino que nadie se inmiscuya en los asuntos domésticos.

De todos modos, ya se hizo en alguna otra ocasión, por cierto con un éxito desigual. El Plan Mérida representó un programa de cooperación de seguridad establecido por Estados Unidos en acuerdos con México y otros países de Centroamérica para combatir al crimen organizado. Se trató de un plan muy rimbombante que terminó casi en el anonimato

Aquí en Europa se aprecia con preocupación cómo el narcotráfico está mezclado por diferentes aspectos del país. Hay estados donde el narcotráfico impera casi más que la propia ley. Todo eso llega a Europa y llega con ruido. Y ese ruido genera zozobra e incertidumbre. El dinero es cobarde y conservador y busca países tranquilos dónde pueda descansar. Por eso ahora no es México el lugar idóneo. Por una parte, el nombre de España y sus diferentes empresas aparecen, un día sí y otro también, en las conferencias de prensa de La Mañanera con el Presidente. Por otro lado, el filtro del narcotráfico en diferentes instituciones y estados preocupa al empresario que intenta dejar descansar sus dineros a buen recaudo.

Mientras el narco siga imperando en los caladeros mexicanos difícilmente va a ayudar a que el país crezca. Y nada parece indicar que este asunto, que es toral, vaya a ser resoluble al menos a corto plazo.

 

    @pelaez_alberto