No se había visto en la historia reciente que militares en activo, retirados y sus familias marcharan en una protesta en contra de la política -es un decir- de combate a la delincuencia que convierte a los soldados en víctimas y victimarios.011

Aunque la premisa de la marcha fue pedir la liberación de los cuatro militares detenidos por la supuesta ejecución extrajudicial de cinco jóvenes en Nuevo Laredo, Tamaulipas, terminó siendo una protesta en contra de la decisión presidencial de convertirlos en policías sin la preparación adecuada.

Algo tendrá que significar la manifestación no solo para el presidente López Obrador, sino también para el secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval.

Hoy en la mañanera el Presidente minimizará la protesta, la descalificará y dirá que fue alentada y nutrida por sus adversarios.

Pero, si el Presidente analiza las redes sociales como se supone que lo hace para hacer sus comentarios -hasta una lista de los tuiteros que no están a favor de sus políticas dijo tener-, se dará cuenta que comienza a permear una crítica dura de exmilitares por su política de seguridad.

Las críticas locales se suman a las que recientemente han hecho legisladores estadounidenses, que acusan al Gobierno lopezobradorista de pasivo ante el avance incontrolable de los cárteles en territorio nacional.
Es el primer síntoma público de algo que lleva tiempo germinando en las Fuerzas Armadas.

A ver.

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Hace bien Marcelo Ebrard en pedir que se emitan las bases sobre las cuáles Morena realizará su encuesta para elegir -también es un decir- a su candidato presidencial.

Porque entre más pasan los días, más dispareja se ve la contienda.

Ayer, por ejemplo, Claudia Sheinbaum estuvo en Tijuana con el apoyo total de la gobernadora, que no escatimó recursos para acarrearle simpatizantes y toda la parafernalia que le gusta a la capitalina.

Ricardo Monreal se placeó por la delegación Gustavo A. Madero, en la que recibió calorcito, y Ebrard estuvo en Acapulco.

Pero, aún cuando los eventos de estos dos últimos contaron con gente que los apoyó, no pueden compararse ni en recursos ni en la difusión que reciben los actos de Sheinbaum, con quien, suponemos que por órdenes presidenciales, se han alineado todos los gobernadores morenistas.
Todos.

Y si eso no es una campaña desigual, entonces no sabemos qué será.

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El que anda medio desaparecido de los medios, lo cual no significa que esté quieto, es la corcholata conocida como el Plan B, Adán Augusto López.

El precandidato presidencial que a veces es secretario de Gobernación está cabildeando para tratar de evitar que la Corte envié al bote de la basura la reforma electoral que le encargaron sacar cueste lo que cueste.

De hecho, no se exagera cuando se dice que sus aspiraciones dependen en buena medida de la suerte que corra el Plan B de la reforma electoral.

Todavía está presente en la memoria colectiva que el funcionario ordenó a los legisladores de Morena “destazar’’ al INE, según denunció Lorenzo Córdova y, pese a que sus carni…perdón, legisladores cumplieron cabalmente sus órdenes, el futuro de la reforma está en manos de una Corte cuya presidenta, por obvias razones, ha tratado de ser exhibida como una corrupta.

Por lo pronto el segundo López no tuvo actividad de corcholata este fin de semana, en tanto que los tres restantes sí se movieron.

LEG