Héctor Zagal
(Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana)
Y pensar que de aquellos ríos de agua cristalina que regaban el Valle de México, hoy solo quedan los nombres de algunas avenidas. Los seres humanos fuimos soberbios y emprendimos una lucha a muerte contra el agua. Sintiéndonos Moisés, quien separó el Mar Rojo, los mexicanos dividimos los lagos de la cuenca y los consumismos hasta convertirlos en desiertos polvosos. Y cuando ya no hubo marcha atrás, entubamos los ríos que habían sobrevivido.
14 de marzo: Día internacional de acción por los ríos. Es triste, sin duda, conmemorar este día siendo chilango. Hace apenas un siglo, la Ciudad de México aún conservaba sus ríos principales. El río Tacubaya bajaba desde las lomas para desembocar en la ciénega de Chapultepec. Además, junto con el río Becerra, formaba el río de la Piedad, mismo que también se unía con el río Churubusco, que venía desde el río Mixcoac, y desbordaba en el Canal Nacional, también conocido como el Canal de la Viga. Este canal conectaba a la Ciudad con el lago de Chalco, que en el siglo XIX aún estaba conectado con el lago de Xochimilco.
Para 1929, la cuenca de México se alimentaba con los ríos de Tlalnepantla, Consulado, De los Remedios, De la Piedad, De los Morales, San Ángel, Magdalena y Churubusco. Pero los ríos se desbordaban frecuentemente y se habían contaminado, siendo fuente de enfermedades. Entonces, en lugar de controlar las indundaciones y limpiar los ríos, decidimos entubarlos y hacer calles para los automóviles.
El caso del Canal de la Viga es elocuente. Este canal servía al comercio, pues a tráves de él se alimentaba con frutas y hortalizas a la gran ciudad. Además, era un un lugar de reunión festiva, como hoy lo son las trajineras de Xochimilco. Especialmente colorido era el viernes de Dolores en el paseo de Santa Anita, del cual no nos queda sino un ícono de la línea 4 del metro: la silueta de un vendedor sobre una canoa. Paralelo al canal, corría una calzada arbolada por donde paseaban los carruajes.
El río Churubusco, sin embargo, se convirtió en un almacén de basura. Estos males “fluyeron por sus aguas” hasta desembocar en el Canal de la Viga y contaminarlo. Al final, lo más seguro fue entubar el río y llenar el canal de tierra.
A partir de 1950, con la construcción del Viaducto, comenzó la entubación acelerada de los ríos, comenzando con el río de la Piedad en toda su extensión. A lo largo de 25 años se siguieron realizando más obras de este carácter hasta llegar al panorama actual.
El único río que, por decirlo de alguna forma, aún está vivo es el río Magdalena, cuyo cauce se encuentra dentro del bosque de Los Dínamos. Hasta hace poco, se podía ver una parte del río Magdalena a lado de la iglesia de Panzacola, a la entrada de Coyocacán, en avenida Universidad.
La historia juzgará con dureza a quienes acabamos con una cuenca llena de lagos y ríos para convertirla en una enorme plancha de concreto poblada por automóviles.
¡Sapere aude! ¡Atrévete a saber!
@hzagal