“Un fanático es alguien que no puede cambiar sus opiniones y que no quiere cambiar de tema”. Churchill

Mañana, jueves 16, se presenta el nuevo libro de Pablo Hiriart: El Destructor. Su lectura puede ser perturbadora, Hiriart pone el dedo en la llaga: AMLO puede destruir a México hoy porque una parte de la sociedad lo permitió; no quisimos ver ni los hechos, ni la trayectoria del hombre que hoy gobierna México y es el Presidente más poderoso en la historia posrevolucionaria de nuestro país. De ese tamaño es el peligro.

A diferencia de algunos libros recientemente publicados sobre AMLO, Pablo Hiriart nos presenta hechos puntuales y evidencias contundentes. Este texto lo va a retar e inquietar. Destacan, de forma muy preocupante, sus dudas sobre el futuro de las elecciones presidenciales en 2024. Razones no le faltan.

Como señala, correctamente, Pablo Hiriart, AMLO no es equiparable a Hitler ni en ideología ni en propósito. Pero López Obrador y muchos autócratas totalitarios de izquierda y derecha, son herederos de uno de los legados más terribles del Nacional Socialismo: la democracia como vía de acceso al poder totalitario unipersonal.

No podemos adivinar el futuro, pero sí podemos estudiar el pasado para explicar nuestro presente. Hitler era previsible, como ahora lo es AMLO. Vamos a los hechos:

Ambos utilizaron acciones violentas para cumplir sus objetivos políticos y personales; uno se autoproclamó líder absoluto de Alemania, el otro, desconoció los resultados electorales en 2006, y se autoproclamó Presidente legítimo de México.

Los dos fueron juzgados por actos claramente ilegales y ambos fueron “perdonados” inexplicablemente. Se vieron derrotados pero no vencidos y negando a la ley, impusieron su justicia.

Los dos crearon movimientos -no partidos políticos- al amparo de un líder único e indiscutible. Sus movimientos nacieron con objetivos claros: dividir y polarizar a la sociedad, inventar adversarios -enemigos- a los que sistemáticamente se les pueda señalar y acorralar para después presentarlos como la causa final de todos los males del pueblo.

Los dos llegaron al poder mediante procesos democráticos, para después intentar destruir a la democracia y perpetuarse en el poder. En ambos casos la ley y la Constitución fueron sustituidos por el discurso interminable y reiterativo. Su verdad se convirtió en la única posible.

Ambos aprendieron cómo convivir con las bandas criminales para intimidar a los sectores que se oponían a sus intereses: periodistas, comerciantes, empresarios, líderes religiosos, intelectuales y clases medias. Todos culpables -sin derecho a defensa- por disentir del líder y del movimiento.

Los dos impusieron una nueva “moral” como el instrumento transformador de sus sociedades. Sus ideologías les permitieron favorecer a sus incondicionales y segregar a aquellos que no aceptaran el nuevo orden. Así, buscaron asegurarse la dictadura de las minorías y su poder sin límite.

En ambos casos, se reemplazó la información objetiva para dar paso a la propaganda oficialista. Los actos masivos de culto a la personalidad del líder son un ritual indispensable.

Sus rasgos de personalidad son alarmantemente similares: narcisistas, mitómanos, con excesos verbales incontrolables, no conocen la culpa ni el arrepentimiento. Fanáticos.

México no es un Estado fallido, tenemos, eso sí, un régimen que así nos presenta ante el mundo. ¿Podemos equivocarnos de nuevo en 2024? Ya no hay excusa, estamos advertidos por la historia y por los hechos. Usted decide.

@Pancho_Graue

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