“Cuando la gente le teme al Gobierno hay tiranía, cuando el Gobierno le teme a la gente hay libertad”
T. Jefferson
Desde hace varios meses, escuchamos en todos los medios que, ante el fracaso del Presidente en su intento de imponer la reforma electoral, el Gobierno impondría su Plan B para controlar los procesos electorales. La reacción de los ciudadanos fue la marcha del 13 de noviembre de 2022 y la manifestación del 26 de febrero pasado en la Plaza de la Constitución. Algo se le “torció” al régimen.
AMLO comprendió que el Plan B estaba destinado al fracaso, pero eso nunca significó que modificaría su decisión de hacerse con el control del INE. Ese siempre fue su único plan, por cualquier medio.
La decisión de la Corte de conceder la suspensión provisional del Plan B, le viene “como anillo al dedo al Presidente”: Puede seguir difamando a la Corte y controlar al INE sin que nadie le pueda discutir la legalidad del relevo de los consejeros electorales y de la presidencia del INE. Se puede objetar la legitimidad. Nada más.
Sin embargo, en Palacio saben que tienen un problema y que éste no es menor: El miedo a la 4T y al estilo personal de gobernar de AMLO se está diluyendo. Las críticas en medios y redes sociales han cambiado de tono e intensidad. Hay un cambio perceptible, tal vez sin un rumbo cierto, pero la continuidad de la 4T es cada vez más cuestionada, no sólo en la oposición, al interior de Morena nada está claro.
El miedo es la herramienta preferida por los gobernantes autócratas totalitarios. El miedo paraliza y doblega. Pero cuando un incontable número de personas salen a las calles a protestar sin miedo, es momento de modificar el plan. Ese es el meollo del asunto. Y ahora, ¿cuál es el plan?
No es necesario especular, el plan fue presentado por AMLO en su evento de campaña del 18 de marzo: El plan es su maximato. No hay otro. Esto no significa que AMLO piense reelegirse, pero sí que tenga toda la intención de controlar la sucesión presidencial, las elecciones en 2024 y, si gana, a su sucesor.
Pero seamos claros, el problema de México no es AMLO, ni Morena, ni la 4T. Somos nosotros. También somos la solución.
El principal aliado de AMLO ha sido nuestra indiferencia y siendo justos, también lo fue del sistema político mexicano por décadas. Así fue como llegamos hasta este punto.
Esta indiferencia explica la permanencia de Díaz Ordaz después de Tlatelolco, la tolerancia de las locuras de Echeverría y de López Portillo, la indolencia de Miguel de la Madrid en el terremoto de 1985 y un interminable etcétera. Siempre encontraremos un mínimo común denominador: la terrible indiferencia de nosotros con la actuación de nuestros gobernantes.
Creemos que votar es sinónimo de democracia. No es así. La democracia es mucho más que eso; es participación ciudadana, es el compromiso con las leyes y en su caso, no permitir que pésimos presidentes puedan gobernar seis años sin control y sin límites
¿Los hechos recientes son una señal de que finalmente hemos aprendido algo? ¿Seremos capaces de dejar de elegir redentores, frívolos o corruptos de una buena vez? Porque la solución no pasa por quitar a AMLO y reponerlo por otro Presidente “menos malo”. Así nos ha ido.
¿De verdad creemos que nuestras mejores alternativas en 2024 son Sheinbaum, Ebrard, Alito o Creel? ¿Seguiremos eligiendo al “menos malo”? Por esa vía, siempre tendremos al peor sin remedio.
Si logramos vencer, antes de la elección presidencial, nuestra indiferencia y razonamos antes al candidato que el voto ¡Hay tiro! O podemos darnos -de nuevo- un tiro en el pie.
@Pancho_Graue
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