Uno de los grandes temores de cómo se puede afectar la vida democrática de México es que el actual presidente Andrés Manuel López Obrador decidiera mantenerse en el poder más allá del plazo constitucional.

Evidentemente que hacerlo de forma legal era prácticamente imposible porque implicaba una reforma constitucional que, además, tendría que esperar para su aplicación al siguiente sexenio.

Pero en este régimen el argumento de la voluntad del pueblo bueno sobre lo legal es reiterativo y por ello las intenciones reeleccionistas han sido tema recurrente, a pesar de la promesa presidencial de irse a su rancho en Chiapas al finalizar su mandato.

Un primer intento velado por hacer transitar una permanencia de facto se puso en marcha con el siempre solícito ministro de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar, y aquel fallido intento de mantenerlo en la presidencia del máximo órgano legislativo en contra de la ley. Esa intentona falló.

Lo que ayer mismo quedó más que claro es que López Obrador sí tiene planes transexenales para mantener su personalísima visión de conducción del país, aunque tenga que operarla a distancia. Lo dejó ayer al descubierto en su mañanera con su insistencia de no renunciar al plan central de su gestión, la militarización de la vida civil mexicana.

La Corte echó para abajo el intento del régimen lopezobradorista de imponer la militarización de la Guardia Nacional. La buena noticia es que, a pesar de haber descalificado a los ministros que respaldaron la Constitución, el Presidente acató la resolución del máximo tribunal.

La noticia que hay que ponderar es que López Obrador anunció que, en septiembre del 2024, a unos cuantos días de que tenga que dejar el poder, propondrá, dijo, una reforma constitucional para militarizar a la Guardia Nacional.

Más allá de que López Obrador sueña con una mayoría calificada en ambas cámaras, por ello la importancia de cuidar al INE y la limpieza de las elecciones, lo que deja ver es que el Presidente está seguro de que él tendrá el control del congreso, del ejecutivo y de la forma de gobernar del siguiente mandatario o mandataria.

Está seguro de que tendrá su mayoría legislativa, su candidato ganador y su forma de gobernar. Nada de eso tiene garantía en un régimen democrático y esas expresas intenciones de restaurar un Maximato adelanta el nivel de obediencia que deberá tener la corcholata a quien entregue la candidatura.

Es una práctica común, lógica, que aquel que sea el candidato presidencial tenga la facultad de incidir en el perfil de los candidatos al congreso para que le acompañen con su plan de Gobierno. La confesión desde Palacio es que para conseguir las leyes que quiere para el siguiente gobierno necesitaría, primero, definir los perfiles de quien deba acompañar ese proyecto transexenal.

Militarizar al país es la política más opuesta al pensamiento de izquierda que dicen profesar los integrantes de ese movimiento político. Mantener esa política con una iniciativa de modificación constitucional propuesta por López Obrador a veinte días de dejar el cargo es la muestra más onerosa de sus muy pocas ganas de dejar el poder y quizá de buscar ejercerlo a través de una muy obediente tercera persona.

 

   @campossuarez