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Foto: Especial / Fernando que se niega a dejar morir los icónicos luchadores y trabajar, según asegura, con los mismos moldes que creó su papá en los años 50  

Desde hace más de siete décadas, la familia González vive de la venta de luchadores de plástico de rebaba, elaborados rústicamente en un pequeño taller cerca del Tepeyac, en la Ciudad de México.

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La fábrica que algún día tuvo más de 20 empleados entre empacadores, pintores, moldeadores, ahora solo funciona con dos a veces tres personas que logran pedidos de entre 400 y hasta 4 mil luchadores mensuales u otras figurillas de polietileno como animalitos, figuras de He-Man o los Thundercats.

“Depende de los pedidos, puedo hacer 100 a veces más a veces menos, una ocasión hice El Santo, vino una persona y me encargó como unos 4 mil, pero se los di bien baratitos”, dijo.

Fernando González, hijo de Don Mario González quien en 1947 creó en plástico la icónica figura de El Santo, con la que han jugado varias generaciones de mexicanos, nos cuenta que ahora más que en mercados o tianguis colocan sus productos a través de internet.

“En internet tengo ya la mayoría de mis clientes, por Facebook me hacen pedidos… Mi papá llevaba figuras al Mercado de Sonora, pero los luchadores casi no. Dejamos de ir (al Mercado de Sonora) porque son bien difíciles ahí los comerciantes para pagar”.

Coleccionistas en Estados Unidos, en centro y sudamérica y hasta en Europa, son quienes añoran su infancia cuando jugaron con los luchadores de rebaba Blue Demon, Cavernario y otros personajes que hoy son parte de la cultura pop y esos coleccionistas son quienes hacen pedidos a la pequeña empresa.

“Al principio mi papá vendía mucho a judíos en Correo Mayor (te hablo de los años 50) vendía por cientos, me acuerdo que los entregana en costales… se vendía mucho el Tarzán, Batman, Robín, se usaba mucho caballos con jinetes, hemos hecho más de 500 figuras distintas”.

Con nostalgia y también sigilo, Fernando dice que no le gusta hablar de El Santo, para no tener algún problema comercial, pero narra como hace varias décadas, incluso el propio Enmascarado de plata compraba decenas de muñequitos para obsequiarlos a sus seguidores después de luchar.

Con máquinas y moldes artesanales construidos hace más de 50 años, con moldes hechos de yeso y figuras de madera, cubetas de polietileno reciclado con popotes y otros plásticos, Fernando mantiene vivo el taller y se niega a cerrar.

“Todos los moldes son clásicos y se siguen vendiendo aunque no en la misma cantidad, los más pequeñitos casi no se venden más bien los usan para maquetas”, cuenta Fernando González”.

Cada pieza de El Santo puede ser vendida entre 15, 20 o 25 pesos, según el cliente, el acabado y el pintado, pero insiste que ahora prefiere trabajar para personas que encargan algunas piezas a través de su página de Facebook, Toys Lucha y +.

En dicha red social se muestran varios paquetes de colecciones completas de luchadores, personajes y distintos acabados que son entregados por pedido especial y que siguen sosteniendo, aunque modestamente al taller.

Fernando que se niega a dejar morir los icónicos luchadores y trabajar, según asegura, con los mismos moldes que creó su papá en los años 50, y contento nos dice que ha visto un pequeño impulso económico en los pedidos, después de que varios youtubers han acudido a hacer minidocumentales a su pequeña fábrica.

LEG