En la celebración del día del trabajo, el Presidente decidió que ese era el mejor momento para mostrar su versión más liberal. El escenario escogido para su conferencia magistral: Palacio Nacional. La audiencia: los principales líderes sindicales del país. Todos ellos se destacan por su extraordinaria longevidad y su gran capacidad de sacrificio a lo largo de muchas décadas de servicio desinteresado a sus sindicatos.

En el presidium no podía faltar Don Carlos Aceves del Olmo, con ese rictus tan cetemista; mitad sonrisa y mitad mentada. Estuvieron también la senadora Olga Sánchez Cordero, el sempiterno líder de los telefonistas Francisco Hernández Juárez -47 años al frente y contando-, la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde. Pero la estrella, la verdadera luz del evento, fue Claudia Sheinbaum. A AMLO sólo le faltó decir “para que no se hagan bolas”.

Entre los invitados estaba Don Porfirio Muñoz Ledo -nunca se sabrá si estaba dormido o despierto- para darle ese toque de frescura que requería el ágape obrero. También estaba Mario Delgado para recibir, de primera mano, consejos de cómo permanecer décadas en el poder y ser demócrata al mismo tiempo.

Cuando el Presidente asumió su cátedra aclaró que, si bien ya era la hora de la comida, antes les dirigiría una “breve” lección de historia -y de pasada otra de poder- para que, quién tenga oídos para oír, lo escuche.

Y así, se arrancó con una arenga en la que se mezclaron, sin ton ni son, los nombres de Juárez, Porfirio Díaz, Madero, el Coronel Green, José Martí y muchos otros más. Cómo es comprensible, la gerontocracia obrera aprovechó para echarse una siestecita. AMLO ni se inmutó. El mensaje estaba dirigido a muy pocos de ellos. A los que sí mandan.

A ellos, AMLO les habló de las Fuerzas Armadas, de su enojo con la SCJN, les dejó claro que su Gobierno no va a tolerar ningún conflicto con los empresarios. Subrayó la importancia de las reformas ordenadas desde Palacio con los senadores de Morena y dejó el siguiente mensaje, cita textual: “Ahora las cosas son distintas: el gobierno actúa con independencia, como verdadero juez y no está sólo al servicio de empresarios o de banqueros”. ¿Así o más claro?

AMLO, dueño absoluto del Poder Legislativo, confirmó su ruptura con el Poder Judicial y se nombró así mismo “verdadero juez” como advertencia al futuro debate de sus reformas en la SCJN.

La presencia de Claudia Sheinbaum tenía un claro mensaje político a los aspirantes a la candidatura presidencial: no importa ser el más inteligente o capaz, su elegido será quién sea el más leal y sumiso al Jefe Máximo.

Ricardo Monreal, cumplió con su cometido en el Senado: urdió, mintió y engañó a cuantos quisieron creer que sí se nombraría un quinto comisionado en el Inai. Adicto al poder, aceptará las migajas que AMLO decida compartirle, sabe que la candidatura presidencial no será para él.

El mes de abril ha mostrado, como nunca, todos los rostros del Presidente: El del hombre desesperado, ante la negativa de la SCJN de rendirse a su autoridad. El del militarista, que imagina conflictos e invasiones. El del manipulador, que puede mentir hasta de su propia salud. El del autoritario, que impuso las reformas que le permitirán a la 4T hacer y deshacer sin rendir cuentas a nadie.

El evento del 1º de mayo reveló su faceta más conservadora, el discurso debió dejar muy satisfecho a ese sector empresarial cercano a AMLO. Vamos, ni en los mejores tiempos del PRI.

Entre más se aproxima la sucesión presidencial, veremos la versión más radical de AMLO. Se avizoran tiempos inéditos y complicados.

 

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