De aquella promesa del candidato Andrés Manuel López Obrador de que bajaría los precios de las gasolinas cuando llegara a la mitad de su mandato, el primero que no se acuerda es el presidente López Obrador.
Jura que no dijo lo que quedó grabado, pero al menos por un tiempo aceptó que había prometido el final de los gasolinazos. El problema de la realidad es que es muy terca y una vez más desmiente esas promesas.
Cuando López Obrador visitó la Casa Blanca el verano pasado cada barril de petróleo rondaba los cien dólares y las gasolinas eran algo así como dos pesos más cara en Estados Unidos que en México.
En ese momento se le ocurrió al Presidente mexicano ofrecerle a su anfitrión, Joe Biden, la posibilidad de que los estadounidenses cruzaran la frontera hacia nuestro país para que repostaran.
Quizá lo intentó, pero Biden no pudo evitar que en ese momento se le escapara una sonrisa, que unas semanas después ya se convirtió en carcajada cuando allá empezaron a bajar los precios de las gasolinas y acá empezaron a subir y a mantenerse altos.
Hoy un litro de gasolina regular en Texas, que es el lugar del cual se importan las gasolinas a México, cuesta 14 pesos el litro, esto implica que su precio ha caído casi 40% desde su punto más alto del año pasado.
En mayo del año pasado el barril de petróleo texano estaba en los 120 dólares, hoy está por debajo de los 70 dólares. Ahí está claramente la congruencia de los precios en una economía de mercado.
En México, en aquellos días la gasolina regular andaba en los 21 pesos por litro. Hoy que el petróleo está 45% más barato, la misma gasolina es 1 peso más cara en este mercado y 50% más cara que en Estados Unidos.
¿Quién se está quedando con ese dinero? De entrada, el fisco. El impuesto especial completo para la gasolina regular es de 5.80 pesos por litro, pero mantiene esta semana un subsidio del 26% y eso implica una carga de IEPS de 4.30 pesos por litro.
Fue una medida electorera subsidiar el impuesto a los combustibles que le costó el año pasado 400 mil millones de pesos a las arcas públicas. Fue un subsidio regresivo que solo ayudó a las clases económicas más altas.
Y ahora que ya no se puede quemar tanto dinero para tener contentos a los automovilistas lo que tenemos es un gasolinazo.
Solo que alguien se está quedando con ese muy elevado diferencial entre el precio de producción, los impuestos y el precio de venta al consumidor.
El régimen se ha encargado de borrar a la competencia en el mercado de las gasolinas a través de limitar los permisos de importación, transporte y distribución. Muchos empresarios han optado por rendirse y regresar a la marca Pemex, pero también a aceptar las condiciones del monopolio, entre ellos el precio al mayoreo.
Los precios de las gasolinas en México en este momento están en niveles exageradamente altos en comparación con los precios internacionales, pero no parece que nada vaya a cambiar mientras no sea un tema político para el régimen.
@campossuarez