Aunque la actual celebración del Día de las madres es relativamente reciente, algunos sugieren que la costumbre de conmemorar a las madres tiene un antecedente remoto en Grecia. Los griegos antiguos, en efecto, celebraban a Rea, madre de Zeus, Hera, Poseidón, Hades, Deméter y Hestia.
Sin embargo, si uno echa un vistazo a la mitología griega, parecería que, lejos de celebrar a las madres, las llenaban de tragedias, infortunios y desgracias. Comencemos con la misma Rea. La titánide a la que se le atribuían los dones de la fertilidad y de la naturaleza femenina fue víctima de Cronos, su hermano y esposo. Cronos era una fichita. Para comenzar, dio una especie de “golpe de estado” al cortarle los testículos a su padre Urano, quien hasta ese entonces gobernaba el cosmos. Después de esa acción, Cronos se encargó de hacerle la vida de cuadritos a su esposa.
Temiendo que alguno de sus retoños siguiera los mismos pasos que él, Cronos se tragó a cada uno después de que nacieron. De esa forma, Rea perdió a sus primeros cinco hijos, pero cuando quedó embarazada por sexta ocasión, se hartó de su esposo y lo engañó. En lugar de darle al pequeño Zeus, envolvió una piedra en pañales y se la entregó como aperitivo. Años más tarde, el dios del trueno enfrentaría a su padre y, luego de envenenarlo, lograría que vomitara a todos sus hermanos.
Entre esos hermanos vomitados se encontraba Deméter, quien también tiene una historia desgarradora. La diosa de la agricultura se enamoró por primera vez de un mortal llamado Yasión, con quien tuvo dos hijos: Pluto y Filomelo. Lamentablemente no pudieron ser una familia feliz porque Zeus mató a Yasión con un rayo, porque no le cayó bien el novio de su hermana.
Luego Zeus, aprovechado y gandalla, se metió con ella y la embarazó de Perséfone. Quisiéramos pensar que ahí acaba la historia, pero apenas comienza. Hades, dios de los muertos, que se sentía solo en el inframundo, le echó el ojo a la bella Perséfone. Sin pensarlo dos veces, el tipo salió con su fastuoso carro desde el reino de las sombras y raptó a su sobrina, cargando con ella al inframundo. Deméter hizo de todo para recuperarla, pero nadie la quiso apoyar. En consecuencia, la tierra se secó y la humanidad vivió una gran escasez de alimento.
Los dioses se vieron forzados a negociar con Hades para que regresara a Perséfone con su madre. Aunque el dios aceptó a regañadientes, la joven no podía abandonar por siempre el inframundo. Resulta que Perséfone comió unas semillas de granada durante su estancia en aquel tenebroso reino. Y había una ley que ordenaba que todo aquel que hubiese comido algo en el el reino de Hades, no podría salir de él. Los dioses llegaron a una componenda. Año tras años, Perséfone pasaría seis meses con su madre Deméter, y otros seis con su tío, esposo y raptor. Cuando Perséfone visita a su madre, la tierra florece: es primavera y verano. Cuando Perséfone regresa al inframundo, la tristeza de la madre seca la tierra: es el otoño y el invierno.
En fin, hay muchos otros casos que podría contar, pero mañana es el día de las madres y no quiero entristecer la celebración. Por cierto, ¿ya compraron el regalo para su mamá?
Sapere aude!
@hzagal – Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana