Gracias a nuestro líder, que –lo he dicho ya– se acerca a la frontera a cualquier otro país, con sus idiomas raros y sus platillos exóticos como la hamburguesa y empieza con los vaguidos, de la nostalgia patriótica que se le viene, estamos en el proceso de aprender a vivir ajenos al mundo, autárquicos e indiferentes al qué dirán. ¿Ejemplos? Sobran. Porque es cierto que tuvimos que ceder a la globalización y venderle el avión a Tayiquistán, pero, a cambio, por decir, si las juezas del mundo premian a la ministra Norma Piña por su defensa de los derechos humanos, aquí la acusamos de conspirar con el fascismo internacional para desbarrancar al Gobierno del cambio, formar parte de la élite secreta neoliberal que domina al planeta y guatsapearse con Claudio X.

Si en otras partes hablan de la gestión de la pandemia por Gatell como de un ejemplo de incompetencia e ideologización idiota, con esas 700 mil muertes, aquí lo tratamos como el brazo ejecutor de la estrategia genial del Primer Científico de la Patria.

Hay más: carbón y combustóleo contra ventiladores y afeminamientos energéticos con la luz solar; carantoñas a Putin frente a la solidaridad internacional con Ucrania; patrocinios a La Habana ante las denuncias internacionales al régimen por sus violaciones de los derechos humanos; clamores al cielo porque aquí no hay fentanilo (al menos en los hospitales, es cierto) ante las evidencias mostradas por los gringos de que lo producimos a raudales; carantoñas a Trump justo cuando acaba de ser acusado de agresión sexual.

Vamos bien en el proceso de construir una soberanía integral, sí. Muy bien. En el añito y cacho que nos queda del Gobierno providencial del licenciadísimo, creo, podríamos meter el acelerador y romper relaciones con España; salirnos del tratado de libre comercio; ilegalizar los movimientos feministas surgidos hace dos años a instancias del grupo Bilderberg, e incluso, por qué no, abandonar la ONU, que ya ven que nos metió en un berenjenal porque, sorpresa, no logró aliviar el problema de desabasto de medicinas en nuestro país.

Será una pena, porque el Primer Historiador de la Patria no va a tener con quién hablar de Mussolini, pero ni modo: hay que hacer sacrificios por nuestro México.

Por mi parte, una confesión que es también la expresión de una duda que ojalá puedan ayudarme a disipar. Tengo un viaje a Europa en las próximas semanas y no puedo con esas dietas extranjeras. ¿Alguien sabe si dejan pasar tlacoyos? Empacados al vacío, claro.

 

    @juliopatan09