Lo que pasó ayer durante la marcha en apoyo a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) es un adelanto de lo que irremisiblemente pasará si no cesa desde Palacio Nacional el discurso de odio.
La marcha no tenía, originalmente, el propósito de retirar el plantón que desde hace semanas mantenían los simpatizantes de Morena frente a la sede de la Corte.
Pero una vez frente a frente, fue imposible que no se diera un enfrentamiento, primero verbal y después a empujones y golpes que afortunadamente no pasó a mayores.
Tuvo que intervenir la Policía de la CDMX para proteger a los morenistas que se habían apropiado del espacio público para amenazar a los ministros de la Corte.
El asunto tiene mucho más de fondo.
Las marchas anteriores, incluida la que se realizó en demanda de seguridad cuando López Obrador fue jefe de gobierno de la CDMX, no habían registrado ni una botella de agua arrojada a los “adversarios’’.
Pero ayer, las provocaciones, primero de quienes estaban en el plantón y después el de los marchistas, infinitamente superiores en número (a pesar de que para la Secretaría de Gobierno “solo’’ fueron 2,000), dieron pie al primer enfrentamiento que, si bien fue a mentadas de madre, botellazos de PET y una que otra cachetada, presagia pleitos mayores.
Lo veremos en el Estado de México, el próximo domingo, cuando los mexiquenses salgan a votar por su gobernador.
Y lo veremos en las campañas presidenciales del 2024, porque el Gobierno (léase el Presidente), se niega a cambiar el discurso con que ha dividido al país solo en buenos y malos.
Ya lo advertía el líder de los morenistas que mantenían el plantón frente a la Corte: “¿Quieren que le bajemos gente de la sierra?’’.
La falta de argumentos termina en amenaza.
Usted puede darle la interpretación que quiera a la advertencia del líder morenista, pero una cosa es cierta, ninguna será buena.
Ayer fueron mentadas y empujones; lo siguiente serán pedradas y después el caos, si el Gobierno sigue empeñado en llevar al país a un choque de trenes.
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Alejandra del Moral y Delfina Gómez cerraron ayer en Toluca sus respectivas campañas en pos de la gubernatura del Estado de México.
Lo hicieron a la vieja usanza: a ver quién llevaba más acarreados, como si el número de gente en sus respectivos eventos fuera sinónimo de victoria.
No lo es, es un espejismo que los políticos se niegan a desterrar.
Pero es la tradición.
La elección será el domingo 4 de junio y, pese al triunfalismo de los morenistas, no todo está dicho.
Del Moral logró reducir la ventaja que tenía Gómez y, si no llegan empatadas, la diferencia es alcanzable y superable.
Todo dependerá de la movilización de las bases de los partidos el día de la elección.
En otras palabras, todo dependerá de cuánto le inviertan Morena y aliados, así como la oposición para llevar votantes a las urnas.
A velar armas, pues.
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¿No se cansan de hacer el ridículo?
La dirigente nacional del Verde anuncia que su candidato a la gubernatura de Coahuila, Lenin Pérez, declinará a favor de Armando Guadiana, nomás que al tocayo del dictador ruso no le avisaron.
Así que Lenin dijo que no contaran con él, que buscará ganar y que los acuerdos cupulares los pueden hacer rollo y quemarlos.
¿Hay bronca? Dice Mario Delgado que no, que porque el llamado fue a la militancia verde, no al candidato.
Ah, no, pues sí.
LEG