Con la festividad de iniciar un año nuevo, el presidente Andrés Manuel López Obrador empezó su conferencia matutina en Palacio Nacional del lunes cantando muy contento tras el resultado electoral en el Estado de México.
Claramente la victoria en esa entidad se le tiene que acreditar a López Obrador ante la larga lista de negativos que cargaba la candidata estatal. Así que, como balance para su movimiento, tenía razones para cantar.
La mañanera siempre será ese ejercicio de propaganda para su feligresía, pero al menos esta semana ha reducido el ambiente de belicosidad presidencial. Sobre todo, después de que él mismo decidió que la noche del lunes daría el banderazo de salida oficial para su propia sucesión.
La nochevieja electoral le dejó a López Obrador el triunfo de su movimiento, a través de Delfina Gómez, en el Estado de México, que es la entidad con el padrón electoral más grande del país. Y en el año nuevo electoral el propio Presidente definió ante sus corcholatas las reglas a seguir para quien aspire a recibir su bendición.
Un Presidente más relajado, tras los resultados electorales del domingo, puede ser un mandatario menos radical en la toma de decisiones.
Seguro que el discurso mañanero no cambiará, sus villanos favoritos seguirán en el guion, el mundo de los otros datos se mantendrá intacto y seguro que seguirá retando a la autoridad electoral con sus pronunciamientos, más ahora que encuentra un INE mucho más cómodo para su causa.
La prueba de fuego estará en su relación con la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Sabe muy bien López Obrador que sus palabras derivan en acciones violentas como las manifestaciones con ataúdes frente a la Corte.
La relación con el sector privado se había descompuesto hasta el nivel de las expropiaciones de activos de Grupo México.
Hay en puerta un conflicto comercial con Estados Unidos por los productos agropecuarios biotecnológicos que puede escalar hasta las sanciones comerciales si no hay una rectificación de las políticas públicas en materia de importación de maíz.
Solo que, a partir de este año nuevo electoral, el Presidente tiene que pensar en función del ambiente que se pueda generar en el entorno económico y social en menos de un año cuando haya que ir a las urnas.
Puede no haber tanta preocupación sobre lo que tengan que decir los partidos de oposición y sus eventuales aspirantes a la candidatura presidencial. Están tan desdibujados que hoy nadie ni los ve ni los oye.
Pero, la contienda interna de sus suspirantes, que habrá de durar no menos de cuatro meses, sí puede poner en aprietos a las corcholatas menos aptas.
Si el Presidente lanza una bomba y algún discípulo solo repite el discurso mañanero, puede espantar a aquellos que supuestamente deben responder la encuesta. Vamos, sabemos quién va a contestar la pregunta de la consulta, pero podría esa corcholata sumar negativos en la opinión pública que no haga creíble el resultado.
Además, la realidad es que Marcelo Ebrard, con su lance de adelantar la necesaria renuncia de los aspirantes presidenciales de Morena, acabó por cambiar de alguna manera las reglas del juego sucesorio. Y qué bueno.
@campossuarez