La cena es una forma importante de socialización para la cultura occidental. A lo largo de la historia, ha servido para que las familias y las personas se reúnan, compartan los alimentos y establezcan o reafirmen vínculos sociales, comerciales y afectivos. Hablamos entonces de una actividad significativa que promueve la interacción y la conexión entre seres humanos.
La importancia de la cena como forma de socialización obedece a varios factores. En primer lugar, la comida y la alimentación en general son aspectos fundamentales de la identidad cultural de una sociedad, y México no es la excepción.
Asimismo, la forma en que nos alimentamos, lo que consumimos y las tradiciones culinarias que seguimos reflejan nuestra historia, geografía, clima, creencias religiosas y valores culturales, y la cena se ha convertido en la actividad en que esos aspectos se manifiestan y se comparten entre comensales.
Proporciona además un contexto propicio para la interacción social y la construcción de relaciones. Sentarse alrededor de una mesa y compartir alimentos y bebidas permite a las personas conversar, intercambiar experiencias, revelar proyectos, contar historias, tomar decisiones y fortalecer lazos.
No es por ello azaroso que algunas cenas y banquetes hayan pasado a la historia y permanezcan en la memoria colectiva por diversas razones, como su carácter simbólico, sus implicaciones socioculturales o la relevancia que tuvieron para quienes fueron parte de estos eventos.
Hay ejemplos representativos de lo anterior, como la última cena de Jesús, descrita en la Biblia y que proporciona la base para la eucaristía cristiana; igualmente, el banquete del rey asirio Asurnasirpal II, realizado en el siglo IX a. C. en la ciudad de Nimrud, para celebrar la refundación y reconstrucción de la ciudad; también podemos mencionar el encuentro entre Cleopatra y Marco Antonio en Tarso, con el objetivo de negociar el supuesto apoyo egipcio al triunvirato romano del siglo I antes de nuestra era.
Así, gracias a ocasiones, épocas y contextos sociopolíticos determinados, algunas cenas pueden adquirir un significado especial, justo como la que tuvo lugar el pasado 5 de junio en el restaurante de la librería Porrúa en el centro de la capital del país, y que fue encabezada por el presidente de la República, a propósito del triunfo histórico de la transformación en el Estado de México.
A partir de lo anterior podemos afirmar que la mesa ya está puesta y que sólo resta mantener la atención en lo que derive de esta cena que, además de memorable, se convirtió en un espacio para el diálogo, el intercambio de ideas y el respeto entre sus asistentes.
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