Ya se lo habíamos adelantado, el décimo segundo Tribunal Colegiado en Materia de Trabajo negó el amparo interpuesto por el sindicato minero que lo obliga a pagar mil millones de pesos a los trabajadores de Cananea; con esto se acumulan ya cuatro intentos de hacer justicia a más de 10 mil mineros. Son cuatro laudos emitidos por la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, pero no perdamos de vista que este desfalco, robo y, por supuesto abuso contra los compañeros, tiene ya 18 años: en términos legales, el delito ya cumplió su mayoría de edad.
Pero, ¿qué ha pasado a lo largo de este tiempo? Napoleón Gómez Urrutia salió huyendo del país a esconderse a Canadá, vivió con el dinero robado y también pagó su estadía y lujos con las cuotas sindicales.

Sus hijos compraron cafeterías y se hicieron de más de 15 autos de lujo, su esposa adquirió un departamento valuado en varios millones de dólares y compró cuantiosas obras de arte muy cotizadas. En familia viajaron por todo el mundo y se hospedaron en castillos europeos; se convirtieron en los nuevos ricos con dinero robado.

Mientras en México, Napillo ordenó el estallamiento de tres huelgas en Cananea, Sonora; Sombrerete, Zacatecas; y en Taxco, Guerrero, como protesta a las órdenes de aprehensión que había emitido el Gobierno en su contra por el millonario robo. Las huelgas fueron eternas, miles de trabajadores perdieron su empleo y las comunidades se vieron severamente afectadas en su economía; cínicamente, hoy sigue ocupando esas huelgas ilegales para protestar contra la actual administración.

Napoleón Gómez Urrutia ha sido un verdadero cáncer para el sector minero, para trabajadores y empresas por igual. Durante 20 años ha explotado y utilizado al Sindicato Minero como ha querido, no sólo secuestra y extorsiona empresas, sino que juega con los empleos y con la necesidad de miles de familias.

Desde que llegó a la secretaría general por herencia y mediante una asamblea por demás amañada, Napillo dejó en claro que el Sindicato Minero es de él. El miedo a ser derrocado por los verdaderos trabajadores lo llevó a expulsar a muchos compañeros del Comité Nacional, argumentando traición y malas prácticas, la realidad es que impuso una dictadura que sigue vigente.

A su llegada subió las cuotas sindicales, los procesos de transparencia quedaron en la opacidad, trabajadores, políticos y la propia sociedad lo señalan por enriquecimiento ilícito, ni sus cuentas bancarias ni sus mansiones podrían ser pagados con el salario que ha recibido a lo largo de su historia laboral, y miren que es corta.

Napillo se ha hecho millonario por explotar a los trabajadores, por años cobró millones de pesos, a cambio de que los mineros ingresaran a las minas sin condiciones de seguridad, sin prestaciones y sin capacitación, no es coincidencia que de los 65 compañeros fallecidos en la tragedia de Pasta de Conchos, 25 fueran sindicalizados y el resto no, la mayoría no tenía un contrato, Napillo cobraba para que esas condiciones se dieran. Nunca los representó, pero sí cobró por ellos.

Hoy la historia prácticamente es la misma, se sigue enriqueciendo de las cuotas sindicales, sigue secuestrando y extorsionando empresas con paros ilegales para pedir millones de dólares a cambio de reabrirlas, hay quien sostiene que en algunas minas continúa cobrando dinero a cambio de que entren a laborar sin protección alguna y por supuesto fingirá demencia y seguirá dando la lucha en tribunales para evitar regresarle a los que fueron sus agremiados los mil millones de pesos que les robó.

 

     @CarlosPavonC