Sentados en la pequeña Arena Tlaxcoaque, albergada en la Subsecretaría de Control de Tránsito de la Ciudad de México, portando la máscara de Blue Demon o Kemonito, padres e hijos esperaban emocionados.
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En medio, el ring iluminado y vacío también parecía aguardar por el evento, convocado con motivo del Día del Padre.
Tras cerca de una hora de espera y varios chiflidos por parte de los asistentes, el barullo se vio interrumpido por la repentina oscuridad que inundó el lugar.
De una esquina, acompañados por luces azules y los reavivados gritos de la gente, uno a uno los Técnicos comenzaron a salir.
Tras de ellos, los Rudos, mal encarados y con una actitud desafiante, se apresuraron a alcanzar a sus contrincantes dentro del cuadrilátero.
Con trajes coloridos y brillantes, máscaras clásicas y también de payasos macabros, Coqueta, Chuponcito, Destello y una decena más de nombres rimbombantes fueron presentados por el réferi.
Los golpes, piruetas y acrobacias, acompañados por el ruido seco del impacto en la lona, no se hicieron esperar, mientras padres e hijos aclamaban a sus luchadores favoritos, emocionados.
Las familias, eufóricas, no dejaron de gritar “Técnicos, técnicos” o “Rudos, rudos”, de acuerdo con sus preferencias, y, en los momentos álgidos, una que otra grosería se les escapaba.
Varias veces, la pelea salió del ring, cuando alguno de los luchadores salía disparado hacia los asientos del público, donde los pequeños buscaban, asustados, la protección de sus padres.
El encuentro terminó en medio de cinturonazos, golpes propinados con sillas y un caos por parte de los peleadores.
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Por el contrario, papás e hijos, con una sonrisa en el rostro, aprovecharon para tomarse fotos con ellos y así poder recordar el gran momento pasado.
RM