No es momento para sobresaltos. Este próximo mes de julio se celebra una reunión de países de la OTAN en Vilnius, la capital de Lituania. No es un asunto menor ni tampoco es casualidad que se celebre en ese país, en esa latitud.

De Vilnius a la vecina Bielorrusia hay menos de cincuenta kilómetros. De la misma capital, Vilnius a Minsk, la capital bielorrusa hay ciento ochenta kilómetros, algo más de dos horas.

Bielorrusia es el hermano menor de Rusia. Su presidente, o mejor dicho su dictador, Alexander Lukashenko lleva detentando el poder desde 1994 entre corruptelas y muchos malos manejos. Han pasado veintinueve años sin que haya habido oposición, entre otras cosas porque los pocos opositores que se han atrevido a hacerlo terminaron en prisión.

El hecho de que la cumbre de la OTAN se celebre en el país báltico que es Lituania, es un mensaje muy claro a Rusia cuyo emisario es Bielorrusia. El mensaje es inequívoco. La OTAN sigue siendo un monolito sin fisuras ante la invasión que lleva ya miles de muertos de ambos lados.

Sin embargo, tampoco pueden ser kamikazes. Por eso en la próxima cumbre de la OTAN no parece que vaya a estar encima de la mesa la posibilidad del ingreso de Ucrania en la organización militar. Ya se ha abordado en otras cumbres y de momento no parece que vaya a haber un ingreso rápido.

Ucrania y la invasión rusa siguen siendo el tema central. De hecho, se espera que haya más ayuda en forma de municiones y sobre todo en armas sofisticadas, tecnológicas y de gran precisión. Pero no pueden seguir dando la vuelta al mismo tema. Rusia dispone de más de seis mil ojivas nucleares de las que setecientas están listas para ser accionadas en cualquier momento.

Hay que esperar a ver qué rumbo tomará la guerra. Lo único que parece seguro de momento es que va a continuar siendo larga.

 

  @pelaez_alberto