Cuando Guadalupe despertó estaba en el hospital, donde llegó luego de que le inyectaron una sustancia para aumentar el volumen de su cuerpo. Hasta ahora desconoce qué era.
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Guadalupe recuerda frotándose una parte de su pierna que comenzó a aplicarse modelantes cuando tenía aproximadamente 18 años, la primera vez que pisó la Ciudad de México.
“Veía a las chicas trans con un cuerpazo y yo decía ‘también quiero estar así’. Esa idea se me metió, empecé a juntar (dinero) y a inyectarme las nalgas, piernas y todo”.
Con el paso del tiempo esa decisión, le trajo diversos problemas de salud como cansancio, agitación y supuración de pus en algunas de las zonas donde se inyectó.
“Me canso, ahorita ya no puedo subir la escalera porque me agitó mucho todo por lo que traigo en el cuerpo”.
Guadalupe se aplicaba los modelantes en lugares que le eran recomendados por otras chicas, como pasó con Pamela.
Por recomendación de una amiga
“No sé cómo aguantaron tanto”, dijo una doctora a Pamela con quien acudió luego de que una sustancia modelante causara una herida en su pie. El dolor era fuerte y la herida que comenzó pequeña ya era muy grande.
No era la primera vez que los modelantes lastimaban el cuerpo de Pamela, una mujer trans de 48 años que también se inyectó para aumentar el volumen de su cuerpo hace casi 28 años.
La sustancia que se aplicó fue aceite y como en muchos otros casos fue en un lugar sugerido por amigas.
Al igual que con Guadalupe, para Pamela las consecuencias llegaron con el tiempo. La parte que se inyectó se puso negra, dura y le brotaron muchos abscesos. Incluso, su vida peligró.
“Yo corrí con suerte porque no tuve un problema mayor, porque al no cuidarte como debe de ser se te puede infectar hasta salir gangrena”.
Al principio ella se trataba sola, compraba el antibiótico y limpiaba la zona con gasas.
Y aunque estaba el Hospital General, acudió a Brigada Callejera, una organización civil que le abrió las puertas y atendió la herida de su pie.
Esa vez transcurrieron menos de seis meses para que la herida cerrara por completo, a diferencia de otras ocasiones cuando pasaba hasta año y medio para curarse.
“No tenía el conocimiento ni nada y en un hospital no te tratan, nada más te curan como si fuera un pie diabético o te limpian pero no saben ni que tratamiento ponerte”.
A esto se suma el proceso de hormonización al que se sometió cuando tenía alrededor de 15 años. Recuerda que se automedicaba, pues no contaba con médicos que le dijeran cuáles eran las indicadas para ella.
“La diferencia ahora es que ya hay clínicas especializadas donde te dan la hormona gratuitamente y los endocrinólogos te dicen cuál es la mejor para ti, porque hay muchos cambios de humor, en el cuerpo, tiendes a engordar, depresiones”.
“Donde te cierran las puertas, Brigada Callejera te las abre”
A un año de que llegara a la organización civil Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”, Pamela de oficio estilista considera que en México el acceso a la salud para las personas trans es deficiente.
Lamentó que el trato por parte del personal médico en algunos centros de salud sea grosero y falto de sororidad.
“No saben cómo tratarnos, luego son muy groseros, no hay una educación, falta sororidad porque luego cómo nos ven, nos hacen menos”.
Es por ello que a Pamela le gustaría que “voltearan un poquito para acá, para Brigada Callejera. Tú llegas, te apuntas, te atienden y te ayudan hasta con el medicamento”.
Según ha documentado la organización civil Brigada Callejera, las cirugías modelantes son realizadas con aceite orgánico, aceite de carro, agua mineral u otras sustancias.
Hasta antes de la pandemia la organización había atendido a 90 trabajadoras sexuales transgénero por complicaciones en su salud producto de los efectos de las cirugías modelantes.
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Para Guadalupe las cosas no fueron diferentes. Cuenta que aunque la mayoría de los médicos la trataron bien durante su estancia en el Hospital Juárez, donde llegó en una ocasión, hubo uno “que fue muy grosero conmigo, lo acusé porque me hablaba como él. Yo no soy él, yo soy chica trans”.
RM